Las semanas recientes han mostrado un lado del presidente Petro menos conciliador y moderado de lo que tantos sectores políticos argumentaron que sería, de cara a las elecciones de 2022. En medio de días de encierro político, de peleas a diario con los partidos e impulsivas intervenciones a EPS tras la caída de la reforma de la salud, el Presidente ha decidido mostrarle al país una de sus facetas más complejas: la de cómo reacciona como mandatario ante escenarios frustrantes.

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Luego de su elección, existía una inmensa expectativa por el liderazgo del presidente Petro entre sectores de izquierda y centro, pero ante su apuesta por el radicalismo y el encierro ha crecido la desilusión. Antes de terminar la primera mitad de su mandato, la realidad es bastante opuesta a lo que inicialmente esperaban algunos: cualquier encuesta que mida la aprobación del Presidente y sus reformas verá reflejado que por más que las mayorías hayan apoyado su bandera del ‘cambio’ —tan ambigua como puede ser— hoy no apoyan en una medida similar la agenda de terquedad e inusual desgaste a la cual Petro ha sometido al país. Es apenas entendible que las diversas mayorías de un país desaprueben ser gobernadas desde la pelea permanente y la incapacidad de resolver.

Pero este giro cada vez más radical y distante de cualquier mirada conciliadora está lejos de ser un accidente o un error de parte del Gobierno. Eventos como la intervención de la EPS Sanitas un día antes del anunciado hundimiento de la reforma de la salud dejan claro que la retaliación y la apelación al caos son recursos que no resultan incómodos para el Gobierno, sino que, por lo contrario, patear el tablero y encerrarse en caprichos hace parte de un lenguaje con el cual se siente tranquila la administración.

Así el presidente Petro insista en repetir que los contrapesos que enfrenta son injustos e inéditos, a todos los gobiernos —en Colombia y en cualquier democracia del mundo— se les han caído reformas valiosas para sus proyectos políticos. Y, en ese sentido, la respuesta de un líder cuando se le cae un proyecto habla mucho de su talante democrático. No es normal ni tampoco es aceptable que en un momento en el cual los mandatarios usualmente buscan diálogos y consensos con los partidos, el Presidente opte por un camino de agravios contra el Congreso y revanchas contra el sector.

Y es justo en los momentos de crisis, tanto en su paso por la alcaldía de Bogotá como ahora en su presidencia, cuando Petro ha demostrado que más que interesarle el bienestar de la ciudadanía, le interesa tener la razón. Incluso si para estar en lo cierto tiene que llegar el desastre, con todo el daño que eso puede causar a las vidas de millones de personas, para luego decir que tenía la razón. El resto del libreto lo hemos ido conociendo cada vez más: la repetición de que quiso hacer mucho, y que tenía perfectamente diagnosticados los problemas, pero no lo dejaron hacer nada unas élites que querían mantener todo igual. Y así, el Presidente ha buscado posicionarse como un profeta incomprendido que quiso dejar un enorme legado de reformas, pero le tocó conformarse con pronunciar un discurso que no vino acompañado de transformaciones.

El problema es que como todos los demás que han jugado el juego de los profetas incomprendidos, Petro no ha podido ser un buen presidente ni un buen alcalde porque su concepción de un líder es la de alguien que debe enfrentarse al mundo entero y crear permanentemente enemigos en vez de buscar consensos con quienes están encargados de aprobar sus propuestas. Y desde la terquedad, el encierro y la falta de disposición a entenderse mejor con otros sectores políticos —sobre todo en su relación con el Congreso—, el Presidente cada vez pierde más tiempo valioso para construir las reformas que prometió a sus electores. En cambio ha preferido dejar la imagen de un líder que a partir de discursos y retórica quiso transformar la historia de Colombia, pero no pudo ponerse de acuerdo con ninguno de los sectores con los que se encontró en la democracia.

Como ahora lo hace cuando justifica sus decisiones como alcalde, Petro pasará el resto de su carrera refiriéndose a cada una de sus frustraciones en la Presidencia como un profeta incomprendido y repetirá ante cualquier crisis que surja en el futuro que él tenía la razón. Qué costosas han resultado para el país cada una de las actuales crisis en materia política, económica, social, energética y sanitaria que podrían haberse resuelto con un poco de voluntad del Poder Ejecutivo. Sin embargo, el Gobierno muchas veces decidió permitirlas y profundizarlas como parte de una ‘explosión controlada’ de la que tanto se habla ahora, para que durante las próximas décadas el Presidente pueda seguir repitiendo que estaba en lo cierto y nadie le hizo caso. Seremos todos quienes pagaremos el costo de este camino de terquedad y encierro.

@fernandoposada_

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Un camino de encierro y terquedad

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16.04.2024
Las semanas recientes han mostrado un lado del presidente Petro menos conciliador y moderado de lo que tantos sectores políticos argumentaron que sería, de cara a las elecciones de 2022. En medio de días de encierro político, de peleas a diario con los partidos e impulsivas intervenciones a EPS tras la caída de la reforma de la salud, el Presidente ha decidido mostrarle al país una de sus facetas más complejas: la de cómo reacciona como mandatario ante escenarios frustrantes.

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Luego de su elección, existía una inmensa expectativa por el liderazgo del presidente Petro entre sectores de izquierda y centro, pero ante su apuesta por el radicalismo y el encierro ha crecido la desilusión. Antes de terminar la primera mitad de su mandato, la realidad es bastante opuesta a lo que inicialmente esperaban algunos: cualquier encuesta que mida la aprobación del Presidente y sus reformas verá reflejado que por más que las mayorías hayan apoyado su bandera del ‘cambio’ —tan ambigua como puede ser— hoy no apoyan en una medida similar la agenda de terquedad e inusual desgaste a la cual Petro ha sometido al país. Es apenas entendible que las diversas mayorías de un........

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