Desde que falleció Piedad Córdoba, el sábado pasado, hasta la entrega de esta columna ayer, en horas de la tarde, contabilicé más de 6 millones de comentarios sobre la exsenadora en las redes sociales. Esta cifra demuestra que el personaje en cuestión dejó una huella muy fuerte en el país. Para bien o para mal, es ya parte de la historia de Colombia, una historia plagada de cicatrices, muchos dolores y pocas esperanzas.

Los comentarios en redes fueron de todos los colores. Para algunas personas, Piedad Córdoba fue clave en la liberación de decenas de secuestrados por parte de las Farc, una mujer que luchó por la comunidad afro y que hizo de su carrera política una cruzada por construir equidad en un país muy desigual. Para otras, Piedad Córdoba fue una corrupta, traidora de la patria, traficante de secuestrados y socia oscura de la dictadura venezolana y del hampón Álex Saab. No hubo punto intermedio.

O quizá sí. En lo que a mí respecta, me quedo con el epílogo de Daniel Coronell en su columna de ‘Cambio’: “No fue el monstruo que pintan sus detractores, ni el ángel que pretenden sus defensores. Creo que luchó desinteresadamente por la paz de Colombia y la liberación de los secuestrados por las Farc y también creo que se benefició de su relación con el régimen venezolano y con Álex Saab, el señalado testaferro de Nicolás Maduro”.

Pero independientemente de lo que pensemos unos y otros sobre la exsenadora, hay dos lecturas con las que me quedo de las últimas 24 horas, de los miles de mensajes que leí en las redes y de las conversaciones en las que participé en grupos de WhatsApp.

La primera es que me alegro de ver que haya muchas personas que se sienten libres y son valientes para manifestar lo que realmente sienten. Que a ciertas personas les molestase profundamente el pronunciamiento en video del senador JP Hernández no menoscaba que ejerció su derecho a opinar y expresar lo que siente una parte de la sociedad. Que el profesor Mauricio Jaramillo se haya manifestado de manera contraria y haya defendido el legado de Piedad aplica igual. La discrepancia es la base esencial de la construcción de una democracia sostenible y con futuro. Pero... Y aquí viene la segunda.

La segunda, el leer las reacciones de odio que llegaban de cada bando son la muestra de por qué nuestro país no avanza, de por qué vive en una espiral infinita de odio, resentimiento, inmadurez y violencia. Cualquiera que fuera la posición de uno, una horda llegaba a atacarlo. Aquellos amigos con una posición definida esperaban que sus opiniones fueran las propias, o si no, guardar silencio. “¡Cállate, porque no sabes lo que dices!”, me escribió un familiar por un post en el que le di el beneficio de la duda a Piedad Córdoba. “¿Por qué hablas de lo que no sabes?”, me dijo una amiga por compartir el mensaje de una persona que decía que la vida tardía de la exsenadora fue bastante turbia.

Al contrario de lo que señalan algunos, quienes dicen que las redes sociales son un universo muy pequeño y que no son lo suficientemente representativas para hacer una radiografía de lo que está pasando en el mundo real, yo sí creo que lo que sucede en redes es una muestra bastante significativa de cómo está nuestra sociedad. Y a la luz de lo observado en el episodio de Piedad Córdoba, no estamos bien.

De hecho, estamos muy mal, estamos rotos y nos estamos encaminando a un abismo anárquico del que sabrá Dios cómo podremos salir.

Si el presidente Gustavo Petro poco hace para frenar este caudal violento de odio, queda en manos de otros políticos, líderes de opinión, empresarios, académicos y otros miembros de la sociedad civil tratar de construir un acuerdo nacional en el que podamos construir unas mínimas reglas de entendimiento en un país que está en camino de ser un volcán en erupción. Las señales están ahí. ¿No las vamos a escuchar?

DIEGO A. SANTOS
Analista digital
En X: @DiegoASantos

(Lea todas las columnas de Diego Santos en EL TIEMPO, aquí)

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Piedad

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22.01.2024

Desde que falleció Piedad Córdoba, el sábado pasado, hasta la entrega de esta columna ayer, en horas de la tarde, contabilicé más de 6 millones de comentarios sobre la exsenadora en las redes sociales. Esta cifra demuestra que el personaje en cuestión dejó una huella muy fuerte en el país. Para bien o para mal, es ya parte de la historia de Colombia, una historia plagada de cicatrices, muchos dolores y pocas esperanzas.

Los comentarios en redes fueron de todos los colores. Para algunas personas, Piedad Córdoba fue clave en la liberación de decenas de secuestrados por parte de las Farc, una mujer que luchó por la comunidad afro y que hizo de su carrera política una cruzada por construir equidad en un país muy desigual. Para otras, Piedad Córdoba fue una corrupta, traidora de la patria, traficante de secuestrados y socia oscura de la dictadura venezolana y del hampón Álex Saab. No hubo punto intermedio.

O quizá sí. En lo que a mí respecta, me quedo con el epílogo de Daniel Coronell en........

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