No sé en qué momento nos convertimos en una sociedad boba, en una sociedad que abandonó por completo la racionalidad y se dejó envolver en discursos ilusos y vacíos cargados de peligrosos fundamentalismos. No sé en qué momento las instituciones universitarias se volvieron granjas de cultivo de esas ideas, sin cuestionarlas, dando rienda suelta a movimientos intolerantes e incapaces de debatir o ser contraargumentados. Tampoco sé por qué los medios optaron por convertirse en cajas de resonancia de personajes que irresponsablemente hicieron del capitalismo el enemigo público número uno de la humanidad.

Lo cierto es que, en la última década, una corriente populista perezosa, mentirosa y resentida, encabezada por políticos de izquierda, que no entiende el valor ni el concepto del trabajo, supo conectar con una juventud que se convenció de que la permanente victimización era una buena estrategia de vida. De esa mezcla resultó una fórmula infalible para apropiarse de múltiples espacios institucionales, entre ellos la Presidencia.

Las redes sociales han sido un vehículo imprescindible para que esto se diera. Plataformas como Facebook, X (Twitter) e Instagram, entre otras, permitieron que esos ilusionantes discursos de película de Disney (el superhéroe llega a un planeta emproblemado y lo salva, gratis, de la noche a la mañana, dejando una sociedad sin desempleo, sin inflación, sin problemas de drogas, sin contaminación ni violencia) cobraran fuerza y se convirtieran en moda.

A su vez, los principales defensores del capitalismo también tienen una altísima cuota de responsabilidad en el embobamiento colectivo. Preocupados únicamente por generar riqueza, en mirarse únicamente al ombligo de sus P&G, olvidaron que debían educar a la gente sobre el sistema, que no debían desatender colegios y universidades, que debían haberse adelantado a las narrativas que estaban comenzando a golpear al neoliberalismo. Pensaron que ese trabajo era innecesario.

Puede que ya sea demasiado tarde para hacer algo al respecto, pero no por ello podemos darnos por vencidos quienes consideramos que el capitalismo es la única forma de brindarle progreso y prosperidad a la humanidad y, de paso, salvarla. Sí, salvarla. Y salvarla de líderes como Gustavo Petro, vanidosos, envidiosos, dañinos y destructivos, que son la verdadera amenaza del planeta. Hay una frase en inglés que los define muy bien: “They are full of sh*t”.

Agarremos un ejemplo simple, el de la transición energética. Casi todos sabemos que la existencia de la vida en el planeta depende de que abandonemos el consumo de los combustibles fósiles. Por eso debemos ejecutar cuanto antes una transición que nos permita lograr dicha meta en menos de 50 años. Petro no es el primer mandatario que señala la necesidad de esto. A él lo han precedido decenas de mandatarios que han hecho ese llamado en cumbres climáticas y en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Pero Petro, con sus más de 2.500 trinos al año, “se volvió el líder de moda”, el líder de los discursos vacíos, el superhéroe de Disney, el autodenominado transformador del medioambiente. Y así lo aplauden hoy. Pero nadie le refuta sus incoherencias en esta materia, su desconocimiento de las monumentales inversiones que son necesarias para lograr esa transición que él tanto promulga.

Al planeta no lo van a salvar ni ilusiones ni líderes chimbos. Al planeta lo van a salvar la coherencia y la racionalidad. Hay que empezar a parárseles a los Petro de turno, a los fundamentalistas anticapitalismo, a quienes lanzan irresponsables ilusiones. ¿Cómo? Pues empecemos por usar nuestras redes sociales para contraargumentar, no nos quedemos callados, pues argumentos nos sobran. Apelemos, por favor, a la racionalidad.

DIEGO SANTOS
Analista digital
En X: @DiegoASantos

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A punta de ilusiones, y líderes chimbos, no vamos a salvar el planeta

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18.12.2023

No sé en qué momento nos convertimos en una sociedad boba, en una sociedad que abandonó por completo la racionalidad y se dejó envolver en discursos ilusos y vacíos cargados de peligrosos fundamentalismos. No sé en qué momento las instituciones universitarias se volvieron granjas de cultivo de esas ideas, sin cuestionarlas, dando rienda suelta a movimientos intolerantes e incapaces de debatir o ser contraargumentados. Tampoco sé por qué los medios optaron por convertirse en cajas de resonancia de personajes que irresponsablemente hicieron del capitalismo el enemigo público número uno de la humanidad.

Lo cierto es que, en la última década, una corriente populista perezosa, mentirosa y resentida, encabezada por políticos de izquierda, que no entiende el valor ni el concepto del trabajo, supo conectar con una juventud que se convenció de que la permanente victimización era una buena estrategia de vida. De esa mezcla resultó una fórmula infalible para apropiarse........

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