Y Oropeza se apodera del micrófono. Su inconfundible y gruesa voz, a su paso, desata armoniosas olas por el Manacacías, el río que baña el municipio llanero de Puerto Gaitán. Estamos en la barcaza Los Ángeles con unas 30 personas; entre ellas, músicos de la zona como María Alejandra Castillo, Daniel Gualdrón ‘El Pauteño’, Wilton Gámez ‘El Clarín de la Llanura’ y ‘Joselito Oviedo’. –Ese hijueputa podría ser el próximo Cholo Valderrama si se enfoca –dice alguien del último.

Un arpa verde, con cuerdas de colores, no pasa desapercibida; es un elemento imprescindible del paisaje de la región, como las reses de ganado, las corocoras y las toninas (delfines rosados). Nos dirigimos a Orocué, en el Casanare.

El tiempo no es un problema aquí. Nos separan 10 horas de travesía fluvial por el Manacacías, y luego el río Meta; desde Puerto Gaitán al pueblo que alguna vez contó con consulados europeos y en el que se concibió ‘La Vorágine’.

En el río Meta el vallenato no suena. “¡Está en la barcaza equivocada!”, responde alguien a un pasajero que pide un cambio de música. Aquí no se habla, se escucha música llanera. Desfilan los músicos. No descansan. “Dicen que ayer la luna se fue llorando, porque el sol le dijo jugando que no la quería”, canta ‘Dicen y dicen’ Gámez, quien ostenta el récord de haberse ganado en el transcurso de años más de 70 premios consecutivos en festivales de Colombia y Venezuela.

Por algún motivo, el Llano ha sido un mundo impenetrable para el resto del país. ¿Culpa de ellos? ¿Culpa de nosotros? No importa, somos lo mismo, colombianos. Ahora el Llano está golpeando las puertas del interior. Y ojalá los escuchemos. En momentos en los que el terrorismo se está esparciendo como el cáncer por gran parte de los Llanos, ante la mirada pasiva y complaciente de Gustavo Petro y su ministro de Defensa, Colombia tiene que abrazar de una vez por todas el Llano.

Mientras estoy mirando una de las varias playas de arena blanca que abundan por el río, en las cuales algunos turistas se detienen a pescar, Daniel Gualdrón, el cantautor de ‘Cuatro corazones’, quien huyó del Eln hace años porque lo quería reclutar, me grita: “¡Le regalaré mi cuchillo!”.

Llanero que se respete tiene sombrero y cuchillo. Cuchillo, no machete. En la proa de la barcaza, hacemos la ceremonia. Daniel me entrega el cuchillo. Se queda mirándome. Ya le di las gracias y un abrazo, me digo. Hay un silencio largo. Alguien se me acerca y me dice. “Tienes que entregarle algún obsequio a cambio; si no lo haces, puede romperse la amistad”. No tengo nada que darle. Me estreso.

María Alejandra me ayuda y me da una moneda. Se salvó una amistad. El Llano está lleno de códigos de honor y costumbres innegociables.

“¿De cuál violencia hablan?”, me pregunto. “Yo veo esto muy tranquilo”. Tranquilo, sí, pero porque todo el mundo está pagando las extorsiones que cobran los terroristas de la Segunda Marquetalia y el Eln. “No nos cabe otra que adaptarnos”, me señalan. ¿Sí? ¿Es esto lo que le espera a Colombia? ¿Adaptarse, acostumbrarse?

Son las 2 p. m., faltan aún casi seis horas. Hay hambre. El aguardiente y la cerveza han abierto el apetito. Comemos carne. Continuamos río abajo y estamos llegando a Orocué. Soy llanero, le digo a Oropeza. “No sea huevón, usted es un guate”, me responde. “¡Sí, soy un cuate, un cuate llanero!”, le contesto. “Además de guate, huevón”, sentencia. Guate es como nos denominan a los extranjeros.

¿Y esto qué tiene que ver con la tecnología, con lo digital? Absolutamente nada. Y a Dios gracias, porque aún hay un mundo infinito en nuestro país que tiene que ser vivido en carne y hueso, y me niego a que la tecnología nos defina como sociedad y como seres humanos.

El Llano nos grita; Colombia necesita al Llano. ¿Vamos a darle la espalda?

DIEGO SANTOS
Analista digital
En X: @DiegoASantos

(Lea todas las columnas de Diego Santos en EL TIEMPO, aquí)

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‘Dicen y dicen’

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05.02.2024

Y Oropeza se apodera del micrófono. Su inconfundible y gruesa voz, a su paso, desata armoniosas olas por el Manacacías, el río que baña el municipio llanero de Puerto Gaitán. Estamos en la barcaza Los Ángeles con unas 30 personas; entre ellas, músicos de la zona como María Alejandra Castillo, Daniel Gualdrón ‘El Pauteño’, Wilton Gámez ‘El Clarín de la Llanura’ y ‘Joselito Oviedo’. –Ese hijueputa podría ser el próximo Cholo Valderrama si se enfoca –dice alguien del último.

Un arpa verde, con cuerdas de colores, no pasa desapercibida; es un elemento imprescindible del paisaje de la región, como las reses de ganado, las corocoras y las toninas (delfines rosados). Nos dirigimos a Orocué, en el Casanare.

El tiempo no es un problema aquí. Nos separan 10 horas de travesía fluvial por el Manacacías, y luego el río Meta; desde Puerto Gaitán al pueblo que alguna vez contó con consulados europeos y en el que se concibió ‘La Vorágine’.

En el río Meta el vallenato........

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