Contra todos los pronósticos emitidos desde los viciados antros caciquiles y sus cavernas corporativas, la jornada electoral del 29 de octubre —salvo contadas excepciones—, transcurrió en paz, merced al curso acertado de los procesos de diálogo emprendidos entre el gobierno de la Colombia Humana y las estructuras sediciosas de las Farc y el Eln.

Es cierto que los resultados electorales no le fueron favorables al Gobierno, pero este mínimo traspié obedeció más a una deficiente gestión de las diferencias internas surgidas entre los militantes del mismo sector partidario del cambio que a un “castigo” de sus bases electorales que, en algunos casos animaron, y en otros, desinflaron el debate de esa “potencia de la vida”, como reza la consigna del primer presidente de izquierda para apuntalar las fuentes de su legitimidad.

Algunos eventos generaron incertidumbre entre sus seguidores y causaron pequeños disturbios en el ejercicio de la actividad proselitista. Durante este proceso, la coalición del Pacto Histórico se asemejó a un 'lecho de Procusto', una expresión que se refiere a aquellos que intentan ajustar la realidad siempre a sus intereses o su perspectiva. Esto produjo desacuerdos, disputas y abiertos conflictos internos, en medio de un batiburrillo controversial que alcanzó a perturbar la convivencia en las regiones y localidades. Pretendieron, al igual que los partidos tradicionales, llevar a cabo elecciones sin involucrarse en la política.

Este primer año del ejercicio presidencial de Gustavo Petro ha sido observado por algunos críticos como una montaña rusa: unas veces se percibe el frenesí de “un gobierno dispuesto a romper prototipos, pero otras es imposible no sentir el vacío de la caída libre”, según la brillante columnista María Jimena Dussan.

Estas circunstancias revelan que el presidente Petro no estuvo orientando directamente la campaña como sus amigos hubieran querido o como sus adversarios maliciosamente lo vulgarizaron.

Si se hubiera comprometido a fondo con proyectos clientelistas con los recursos públicos a través de la nómina o del tesoro para sacarle réditos, habría ahogado a sus adversarios en ríos de auxilios y de contera, beneficiando a sus amigos y aliados con la burocracia estatal, si apreciamos bien la hermenéutica de las expresiones políticas.

Sin embargo, Petro mantuvo su línea de impecable distancia y despreció esas posibilidades que le hubieran conferido una victoria arrolladora; desde un comienzo se ha propuesto desmontar las estructuras que impiden la transformación social en lugar de perpetuarlas en su provecho personal o en favor de las élites dominantes del poder. Considera con buen juicio que ha llegado la hora de rectificar el rumbo de la política colombiana.

Escéptico y persuasivo en su formación intelectual y su ética, muchas circunstancias ajenas a su talante le impiden apostarle a esa suerte de providencialismo que los pueblos cuelgan supersticiosamente al pecho de sus máximos líderes. Petro se conoce muy bien a sí mismo y sobre ese ser cuya autobiografía domina a carta cabal ejerce constantemente una crítica sutil y despiadada.

No desconoce que, en esta sociedad, el equilibrio ambiental y la tecnología juegan un papel crucial en la producción, distribución y empleo del conocimiento, el acceso a la información y la educación son esenciales para el éxito individual y colectivo. Para él, la sociedad del conocimiento se caracteriza por una economía basada en la innovación y en la creación de valor a través del conocimiento.

Y como quiera que ha vivido dilatadamente entre gente con liderazgo, los libros buenos y las armas peligrosas, conoce los altos costos de transacción que determinadas audacias entrañan. Mezclado en el estrépito de la contienda que los bárbaros promueven constantemente, conoce también la fragilidad de los políticos y la actitud mezquina de los salvajes.

Desde luego, una equivocación no es tan inútil si sus contenidos logran avivar el interés y producir raptos de racionalidad colectiva.

ALPHER ROJAS CARVAJAL

(Lea todas las columnas de Alpher Rojas en EL TIEMPO aquí)

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Hora de rectificar y preparar el futuro

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07.11.2023

Contra todos los pronósticos emitidos desde los viciados antros caciquiles y sus cavernas corporativas, la jornada electoral del 29 de octubre —salvo contadas excepciones—, transcurrió en paz, merced al curso acertado de los procesos de diálogo emprendidos entre el gobierno de la Colombia Humana y las estructuras sediciosas de las Farc y el Eln.

Es cierto que los resultados electorales no le fueron favorables al Gobierno, pero este mínimo traspié obedeció más a una deficiente gestión de las diferencias internas surgidas entre los militantes del mismo sector partidario del cambio que a un “castigo” de sus bases electorales que, en algunos casos animaron, y en otros, desinflaron el debate de esa “potencia de la vida”, como reza la consigna del primer presidente de izquierda para apuntalar las fuentes de su legitimidad.

Algunos eventos generaron incertidumbre entre sus seguidores y causaron pequeños disturbios en el ejercicio de la actividad proselitista. Durante este proceso, la coalición del Pacto Histórico se........

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