Aún recuerdo cuando la idea de pertenecer a un gobierno era un asunto de prestigio. Seleccionaban a los mejores profesionales para administrar las más variadas carteras.

La semana pasada, el gobierno Petro designó en puestos importantes para el desarrollo del país a personas que no conocen las responsabilidades del cargo ni tienen los conocimientos técnicos necesarios para afrontar las situaciones. Esta película ya la habíamos visto con en el gobierno pasado y desató violencia, incompetencia y corrupción. Considero que el debate de si es mejor conocer el mundo desde un aula o desde la realidad social es una falsa dicotomía, pues no se puede conocer el mundo solo a través de estudios, ni proponer soluciones solo desde la percepción de la carencia social. Sin embargo, lo que más me preocupa de esta situación es que está haciendo eco de algo que las universidades llevan advirtiendo desde hace mucho y es que los jóvenes no quieren estudiar, pues no le ven la utilidad a hacerlo.

El mensaje del Gobierno es claro, vale más tener amigos o contactos que conocimiento. La diversidad y la unidad hace mucho que se perdieron en el discurso del Presidente, así como esa promesa que hizo a los pocos días de posesionarse y que ilusionó a muchos jóvenes con doctorado, quienes podrían aplicar sus conocimientos para servir al país en cargos públicos. Pero, como sucede con muchas convocatorias de trabajo, no obtuvieron respuesta. Se llenaron las vacantes a punta de amiguismos porque al parecer el conocimiento no alcanza, incomoda o reta.

Ahora bien, los jóvenes tampoco tienen salida en el mundo académico. Las universidades se han dedicado a mantener profesores que superan la edad de pensión, pero nunca se preocuparon por formar jóvenes que continuaran con su legado investigativo. ¿Cómo es posible que existan profesores con una pensión cuantiosa enquistados en las universidades cuando tenemos doctores jóvenes desempleados? Si las universidades quisieran salvarse de su debacle económica, también deberían mirar cómo mejorar los procesos de gestión del conocimiento y de sucesión con los docentes. A estas instituciones también les llegó el momento de pensarse el cambio generacional y ser los principales promotores de la meritocracia, pues en sus manejos corporativos han llenado los altos cargos y vacantes docentes con amiguismos paralizantes. Los jóvenes doctores no encuentran más camino que irse del país, que deshacerse de la pizca de curiosidad que les causaba su contexto y renunciar a su deseo por servir.

Las nuevas generaciones ya no se caracterizan por la rabia que quiere tumbar gobiernos, ni mucho menos por su deseo de aportar o cambiar las empresas y el país. Lentamente el cansancio de soñar con un mundo más justo se ha ido perdiendo y los jóvenes están cayendo en un mar de desesperanza, en la desazón de un cambio que ya no creemos posible y que no estoy seguro de que muchos quieran esperar o quedarse a ver si funciona. Los que deciden no irse se están sumando a los jóvenes que están dando un giro ideológico a la derecha. Buscan un nuevo cambio que devuelva la grandeza de las empresas, el reconocimiento a los méritos y a los años de estudio. Un nuevo cambio que no sabremos si funcionará, pues volverá el miedo de que se descuide la consciencia social, la visión y ayuda a la periferia o el cuidado de los derechos humanos... ¿Ven ustedes por qué tanta desesperanza en los jóvenes?, los caminos parecen haberse cerrado para nosotros. Me gustaría preguntar a los adultos: ¿cómo se llega a ser un colombiano que no esté obnubilado por la rutina o desconectado del contexto, que encuentre en su trabajo el aporte de capital social, técnico y de servicio que necesita nuestro país, cuando este nos cierra todas las puertas? Es ser colombiano, como decía Borges, un acto de fe.

ALEJANDRO HIGUERA

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Lo malo de la rosca...

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11.03.2024
Aún recuerdo cuando la idea de pertenecer a un gobierno era un asunto de prestigio. Seleccionaban a los mejores profesionales para administrar las más variadas carteras.

La semana pasada, el gobierno Petro designó en puestos importantes para el desarrollo del país a personas que no conocen las responsabilidades del cargo ni tienen los conocimientos técnicos necesarios para afrontar las situaciones. Esta película ya la habíamos visto con en el gobierno pasado y desató violencia, incompetencia y corrupción. Considero que el debate de si es mejor conocer el mundo desde un aula o desde la realidad social es una falsa dicotomía, pues no se puede conocer el mundo solo a través de estudios, ni proponer soluciones solo desde la percepción de la carencia social. Sin embargo, lo que más me preocupa de esta situación es que está haciendo eco de algo que las universidades llevan advirtiendo desde hace mucho y es que los jóvenes no quieren estudiar, pues no le ven la........

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