La líder de los Comuns y exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau / Marta Pérez / EFE

En el pleno de investidura de junio pasado, Ada Colau, en nombre de los Comuns, renunció solemnemente a exigir la entrada en el gobierno municipal con el PSC. Si votó al socialista Jaume Collboni fue como mal menor frente Xavier Trias, pues "no puede volver a Barcelona la Convergència del 3%", soltó, para gran disgusto de los amigos y familiares del ganador de las elecciones, que pocas horas antes estaban seguros de asistir en el Saló de Cent a una fiesta. El PP de Daniel Sirera también optó por el posibilismo de impedir que la ciudad cayese en manos del independentismo. Sin embargo, Colau desde entonces no ha cesado de exigir una coalición con los socialistas, aun sabiendo que ese bipartito no serviría de nada y levantaría un muro que haría imposible la colaboración de Junts, ERC y PP. Para acabar de complicarlo, Collboni tiene claro que sería un grave error permitir que quien ha sido 8 años alcaldesa, y tanta polarización ha suscitado, pasase ahora a ocupar el cargo de segunda de a bordo como teniente de alcalde. Colau, cuya retirada de la vida municipal era lo más saludable, no solo no renuncia a nada, sino que se ha convertido en una auténtica mosca cojonera.

La agresividad de los Comuns contra el PSC, exigiéndole un pacto inútil en términos de gobernabilidad, es llamativa y, seguramente, lo que pretende es que los socialistas se vean obligados a elegir un acuerdo con Junts para poder así levantar la bandera de la oposición de izquierdas. Colau lleva muy mal que Collboni le arrebatase la segunda plaza por unos pocos centenares de votos. Es posible que sueñe con volver a ser candidata en 2027. Si Trias volvió a probar suerte en 2023, y a punto estuvo de ser reelegido alcalde, ella también podría intentarlo siempre que pueda denunciar la “traición” de los socialistas, el pacto de las élites, la sumisión a los intereses de los poderosos, etc. Ante ese escenario, la prudencia aconseja al PSC alcanzar un acuerdo estable con ERC, que no cierre el apoyo puntual de Junts ni tampoco del PP, y que ponga en dificultades el discurso populista de mosca cojonera.