Joaquín García-Huidobro

La funa a Sergio Micco en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile nos recuerda una vez más que existe el fascismo de izquierda. En todo caso, lo que él quería ilustrar en su conferencia queda perfectamente demostrado: la acción de esos grupos radicales daña la convivencia democrática.

Sin embargo, el episodio también nos muestra cosas muy ilustrativas. Comencemos por las reacciones de rechazo a esas agresiones verbales. Una parte significativa de nuestra izquierda las condenó, pero casi siempre con una cláusula previa: “Aunque yo no estoy de acuerdo con él…”. ¿Desde cuándo hay que decir algo semejante para evitar que la gente piense que uno coincide en todo con la víctima de la injusticia que se rechaza? Si al vecino le roban la bicicleta, ¿van a aclarar: “Aunque yo no estoy de acuerdo con él, estos robos me parecen inaceptables”?

Esas figuras políticas actúan como si sus “credenciales democráticas” se basaran en el hecho de estar en contra de las ideas de Micco antes que en contra de la funa. Me temo que, con todas esas prevenciones, muestran que la izquierda radical ha logrado imponer un determinado clima cultural, con sus santos y demonios, del que no logran sustraerse.

También resulta sorprendente la reacción del decano de esa facultad. Nos dice que “el profesor Micco no fue censurado ni se le impidió su ingreso a la Facultad de Derecho”, y que “pudo realizar su conferencia” (ya los letreros en la sala anunciaban lo que venía: “Sergio Micco, los ojos del pueblo te condenan”).

Con esta declaración del decano, podemos saber que lo importante es lo que sucede en el aula. Que un académico sea injuriado en otros recintos de la más antigua facultad de derecho del país no parece tener mucha relevancia, porque nos ha dejado muy claro que allí se “fomenta la reflexión académica y el espíritu crítico de todas las ideas, y ayer (por el miércoles) no fue una excepción”.

En todo caso, lo rescatable de esta historia es la actitud del propio Micco. En ningún momento se amilanó. Por el contrario, les recordó a esos estudiantes que estaban en la Casa de Bello, que allí no procedía la censura, y que si llegaran a lograr su propósito de excluirlo, la única perjudicada sería la Universidad de Chile.

La réplica de los funestos funadores fue inequívoca: “–Por supuesto que lo vamos a censurar, aquí no tiene que haber cabida a discursos de odio como el que usted implantó en esa época (el tiempo posterior al 18 de octubre). Usted tiene que irse, así de sencillo”.

Con todo, el profesor no se desanimó. En un acto de confianza en la racionalidad que pudieran tener esas personas que exudaban odio, les dijo: “–Jóvenes, ¿quieren hablar o no?”. Sin embargo, la muchachada no estaba dispuesta a ejercitar sus neuronas o quizá no quiso correr el riesgo de enfrentar las razones de Micco, porque la respuesta de esos alumnos que estudian allí donde fueron alumnos Aníbal Pinto, Arturo Alessandri, Pedro Aguirre Cerda, Gabriel González Videla y Patricio Aylwin fue: “–No, que se vaya, que se vaya”. Esos gritos no mostraban simplemente furia, sino una asombrosa carencia de horas en la biblioteca y un miedo profundo al ejercicio de la razón.

No vamos a culpar a la Facultad de Derecho de esas carencias, que vienen de mucho antes, pero sí hay que reconocer que el paso por sus aulas no ha dejado en ellos una huella perceptible. ¿Se imaginan un país gobernado por esas personas? Micco es incancelable y miles van a ver su conferencia en YouTube, pero que se promueve la autocensura entre los estudiantes que no se alinean con los funadores.

Como el no-diálogo había terminado y ya había dictado su conferencia, Micco se fue. No salió arrancando, simplemente se marchó. Podría, como los antiguos judíos, haber sacudido el polvo de sus pies, en protesta, pero los espectadores no habrían entendido un gesto propio de una tradición cultural que desconocen. Como otras veces, se limitaron a repetir, como un mantra, “¡esto es discurso de odio!”, sin matiz alguno. La actitud de Micco nos muestra que las alternativas frente a la cultura de la cancelación no son solo la provocación desenfadada de la que algunos se ufanan o el débil apocamiento. Ella indica que hay una tercera posibilidad, representada por la figura de Andrés Bello, que apela a la razón, aunque del otro lado parezca ausente. Se me dirá que su intento fracasó, pero no estoy de acuerdo, porque muestra que Bello, aunque maltrecho, está vivo: uno puede ser moderado, pero eso no significa que vaya a acobardarse.

El octubrismo pudo difundirse en Chile porque hubo muchas claudicaciones, particularmente en los claustros universitarios. Un gran número de profesores se acobardó, y fueron incapaces de llevar a sus alumnos al terreno de la razón, del análisis, del diálogo. En cambio, se plegaron dócilmente a los dictados de los estudiantes, como si de ellos emanara un poder salvífico capaz de liberar a la República de todos sus males.

Siempre va a haber radicales, en todos los sectores. Lo relevante no es eso, sino si en el país existe un número suficiente de personas que sean capaces de cumplir con su deber, de hablar cuando hay que hablar, de no dejarse arrastrar por la ira y de defender la herencia de Andrés Bello, ese venezolano que, desde el punto de vista institucional, es el más grande de los chilenos.


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Bello no está completamente muerto

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12.11.2023

Joaquín García-Huidobro

La funa a Sergio Micco en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile nos recuerda una vez más que existe el fascismo de izquierda. En todo caso, lo que él quería ilustrar en su conferencia queda perfectamente demostrado: la acción de esos grupos radicales daña la convivencia democrática.

Sin embargo, el episodio también nos muestra cosas muy ilustrativas. Comencemos por las reacciones de rechazo a esas agresiones verbales. Una parte significativa de nuestra izquierda las condenó, pero casi siempre con una cláusula previa: “Aunque yo no estoy de acuerdo con él…”. ¿Desde cuándo hay que decir algo semejante para evitar que la gente piense que uno coincide en todo con la víctima de la injusticia que se rechaza? Si al vecino le roban la bicicleta, ¿van a aclarar: “Aunque yo no estoy de acuerdo con él, estos robos me parecen inaceptables”?

Esas figuras políticas actúan como si sus “credenciales democráticas” se basaran en el hecho de estar en contra de las ideas de Micco antes que en contra de la funa. Me temo que, con todas esas prevenciones, muestran que la izquierda radical ha logrado imponer un determinado clima cultural, con sus santos y demonios, del que no logran sustraerse.

También resulta sorprendente la reacción del decano de esa facultad. Nos dice que “el........

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