Las ciudades son fragmentos de poblaciones que se han juntado con el tiempo. No responden con exactitud al nombre que les pusieron. Son un recuerdo de lo que fue y ya no es igual. Ítalo Calvino llamó ciudades invisibles a aquellas donde vivimos pero no identificamos. Sin embargo, las ciudades invisibles no se borran de la mente, son como una retícula en cuyas casillas uno dispone las cosas que quiere recordar.

La referencia urbanística predominante de Barranquilla es el Prado, al que los gringos Parrish le dieron forma de cuadrícula. Ahora al sector le dicen Viejo Prado. El Alto Prado es más arriba. Descendiendo al río, estaba desde siempre el Barrio Abajo. Después vinieron Boston, Recreo, Ciudad Jardín. El significado de los nombres no es difícil de adivinar. Sería redundante. El Centro, es decir el ombligo citadino donde viví mi infancia, eran calles: De las Flores, Santander, Caldas, Jesús, San Blas. El Paseo Bolívar reemplazó al Camellón Abello. La Calle de las Vacas fue el origen de todo. Los semovientes se llevaban a pastorear en las riberas del río Magdalena.

Más adelante, cuando la ciudad ya no fue el epicentro social de los patricios que se sentaban a hacer negocios y echar cuentos en la terraza del Club Barranquilla y la cultura se movía entre el Teatro Colombia y la Librería Nacional, a la que yo entraba para ver libros sin tener con qué comprarlos, la Barranquilla más pudiente se mudó más arriba de la calle 72. Quedó un Centro destartalado adonde los funcionarios públicos bajan por el día, pero nadie quiere vivir, supongo, solo los huéspedes de hoteles baratos y los vendedores que se toman los sardineles con sus tenderetes arrumados sin pagar impuestos de alumbrado público ni mucho menos prediales.

Sin embargo, para la mayoría, la ciudad no es invisible. Es un espacio real con casas de colores y andenes irregulares, con pobreza desigual, como fueron las urbes antes de transformarse. Con las migraciones y desplazamientos por la violencia desde municipios de tierra adentro, Barranquilla creció en barrios innumerables. Aparte de Las Nieves, Las Palmas, La Victoria, otros nombres suenan curiosos: La Luz, Me Quejo, El Rubí, Los Trupillos. En un aniversario más de Barranquilla habría que tener presente que todos sus habitantes son barranquilleros pero moldeados por la cultura, la historia, el ambiente de cada lugar, en los que sobresale la desigualdad social. Por eso, hay que pensar el desarrollo urbanístico, cívico y cultural de la ciudad con conceptos que no son homogéneos. Barranquilla es tan diversa como los nombres de sus barrios.

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Barranquilla pluricultural | Columna de Jesús Ferro Bayona

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07.04.2024

Las ciudades son fragmentos de poblaciones que se han juntado con el tiempo. No responden con exactitud al nombre que les pusieron. Son un recuerdo de lo que fue y ya no es igual. Ítalo Calvino llamó ciudades invisibles a aquellas donde vivimos pero no identificamos. Sin embargo, las ciudades invisibles no se borran de la mente, son como una retícula en cuyas casillas uno dispone las cosas que quiere recordar.

La referencia urbanística predominante de Barranquilla es el Prado, al que los gringos Parrish le dieron forma de cuadrícula. Ahora al sector le dicen Viejo Prado. El Alto Prado es más arriba. Descendiendo al río, estaba desde........

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