Agradan los avances que hemos tenido en los últimos 31 años y alegran los elogios que nos hacen, pero no debemos envanecernos ni promover narrativas chovinistas que nos muestren como una de las mejores ciudades del mundo. Quienes disponen de parámetros de comparación no se tragan ese cuento.
Por ejemplo, las apreciaciones elogiosas de los organismos internacionales en el tema ambiental no pueden ocultar que tenemos unos caños con una eternidad en putrefacción. No se han podido unir paisajísticamente a un Centro Histórico tampoco totalmente renovado. Esos caños hediondos constituyen una calamidad ambiental y frenan nuestra potencialidad turística.

Dimos un enorme paso al reconectarnos con el río construyendo el Malecón, pero las aguas residuales que van a esa arteria fluvial producen olores desagradables a falta de colectores sanitarios que traten esas aguas.

En Mallorquín dimos prioridad a una infraestructura costosa y a un tren en Las Flores, pero la ciénaga continúa siendo un cuerpo de agua con múltiples fuentes de contaminación, a la población vulnerable de los palafitos no se le ha brindado una digna salida habitacional en el mismo entorno y los pescadores están en riesgo de ser desplazados.

Hicimos la circunvalar de la Prosperidad y su impacto fue que comunidades ecológicas como la de los cangrejos resultaron afectadas por esa genialidad de la ingeniería. La corrección fue abrir unos huecos en el separador que lo único que les faltó es un aviso que dijera: “Estimados cangrejos, pasen por aquí para evitar que los vehículos les aplasten”. Como cruelmente ha ocurrido.

Argos ha venido devastando el bosque seco tropical, o como se llame, para el desarrollo de proyectos de vivienda que agravan los problemas de movilidad y saneamiento básico.

Nada se ha hecho en la inestable ladera occidental. Es cierto que es una intervención que no solo puede hacerse con recursos locales, pero tampoco hay señales de interés real en el tema.

Una evidencia de que Barranquilla no es ninguna ciudad internacional es que este año las luces de Navidad casi desaparecieron. No estamos ni remotamente al nivel de las 30 ciudades mejores iluminadas del mundo, entre las cuales Medellín figura de 9, según el portal Elle Decor. El argumento es que la luz está cara, pero también hay una crítica situación financiera ya conocida. Por eso diciembre arrancó con un solo atractivo: el monumental árbol de Tecnoglass, que es un aporte privado.

Subrayemos los progresos de la ciudad, pero sin caer en la petulancia chovinista de que somos el ombligo del mundo. Eso solo lo creen quienes no han viajado más allá de Ponedera.

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Barranquilla no es el ombligo del mundo | Columna de Horacio Brieva

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13.12.2023

Agradan los avances que hemos tenido en los últimos 31 años y alegran los elogios que nos hacen, pero no debemos envanecernos ni promover narrativas chovinistas que nos muestren como una de las mejores ciudades del mundo. Quienes disponen de parámetros de comparación no se tragan ese cuento.
Por ejemplo, las apreciaciones elogiosas de los organismos internacionales en el tema ambiental no pueden ocultar que tenemos unos caños con una eternidad en putrefacción. No se han podido unir paisajísticamente a un Centro Histórico tampoco totalmente renovado. Esos caños hediondos constituyen una calamidad ambiental y frenan nuestra potencialidad turística.........

© El Heraldo


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