A punto de ser aprobada por el Congreso de la República la reforma pensional recibe los últimos retoques para convertirse en ley, siempre y cuando el Presidente no meta su mano loca sobre el cambio del umbral acordado, que haga recular a quienes ya están de acuerdo con esta propuesta. Una mirada imparcial exenta de sadismo político y rabia hitleriana, podemos hacer el siguiente análisis sobre lo bueno, lo malo y lo peligroso de esta medida.
1.Lo bueno. Elimina la competencia entre dos regímenes que manejan el sistema: Colpensiones y las AFP (administradoras privadas). No se acaba el negocio del sector privado, simplemente dejan de ganar sumas exageradas estos empresarios glotones de cuatro estómagos como si el mundo fuera sólo para ellos. Además, el Banco de la República manejaría con mayor confianza y tecnicismo estos dineros. Las mujeres son las más privilegiadas con un tratamiento especial, que todos aplaudimos, pues en el sistema actual un 13% de ellas, en edad para su retiro, acceden a una pensión, frente al 25% de los hombres. Por último, hay un mejoramiento del programa Colombia Mayor y otros subsidios que van a beneficiar a los viejitos desamparados.
2.Lo malo. Aumentar el umbral como lo insinúa el presidente Petro, pone en riesgo la estabilidad financiera del fondo. Según, Asofondos, el sistema sería fiscalmente sostenible hasta el 2065, por lo cual habría la necesidad de plantear otra reforma para evitar que estalle esta bomba. Ahora bien, quienes aportan al sistema son los jóvenes, que cada día ahorran menos por causa del desempleo y la informalidad que se incrementa por razones de la robotización y la inteligencia artificial venenosa. Además, está pendiente una reforma laboral que mal enfocada va a crear más problemas sociales especialmente en el sector de quienes hoy no tienen empleo.
3.Lo peligroso. El populismo que se pueda desprender por parte del gobierno actual si la ley en mención entra en vigencia a partir de 2025, y no del 2027 como esperan algunos sectores políticos para evitar falsas banderas que crean expectativas inciertas que son fácilmente digeridas por una juventud loca de reguetón y otras herramientas tecnológicas que fomenta la idiotez humana.
Hay que resaltar que en estos países latinoamericanos la política es el arte de engañar inteligentemente a un pueblo emocionalmente despistado.
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