En 1925, Bertrand Russell publicó su ensayo “Lo que creo”, en el que sistematizaba sus convicciones más profundas y, en particular, definía la vida buena como “una inspirada por el amor y guiada por el conocimiento”.

Russell citaba, en apoyo de esta concepción, distintos momentos históricos: la Primera Guerra Mundial, sostenía, fue guiada por el conocimiento, puesto que la ciencia estuvo al servicio de las armas, pero, al no estar inspirada por el amor sino por los fanatismos, fue una matazón sin precedentes. Como contraejemplo, Russell recordaba las reuniones en iglesias, durante el Medioevo, para orar por la sanación de los enfermos afectados por la peste. Aunque la inspiración era amorosa, pues se trataba de ayudar a estos enfermos, esas aglomeraciones favorecieron el contagio y la muerte. El resultado, por falta de conocimiento, también fue trágico.

La falta de amor o de conocimiento conduce entonces a catástrofes y muertes a gran escala, por lo cual Russell concluye: “ni el amor sin conocimiento ni el conocimiento sin amor pueden producir una vida buena”.

Cito con frecuencia esta bella concepción de vida buena de Russell pues me ha influido mucho; incluso estuvo en la base de la creación de Dejusticia, como explique en una charla TED. En esta oportunidad recurro nuevamente a ella para abordar la oposición que se ha planteado en el debate público entre activistas y tecnócratas. Así, ciertos miembros del Gobierno han descalificado las críticas técnicas a sus decisiones como objeciones tecnocráticas de gomelos y yupicitos. El propio Petro ha graduado de tecnócrata neoliberal a casi cualquier académico que lo ha criticado. Por su parte, sectores de la oposición han atacado algunos nombramientos recientes de Petro, como el de Alexander López en Planeación Nacional, como un desmantelamiento de la tecnocracia en beneficio del activismo, que supuestamente tendría efectos catastróficos.

Ha tendido entonces a crearse una oposición radical entre tecnocracia y activismo. Para algunos, que tal vez añoran la idea platónica del rey filósofo, solo los expertos podrían gobernar y ocupar ciertos altos cargos, porque son quienes tienen los conocimientos necesarios para realizar una buena labor. Para otros, en cambio, solo los activistas, que han estado sumergidos en el barro, deberían ocupar esas posiciones, porque son quienes realmente comprenden a los sectores populares y tienen un compromiso y amor genuino por ellos.

Esta oposición, así planteada, me parece desafortunada, pues creo que la visión de vida buena de Russell es igualmente útil para definir un buen gobierno, que es el que está inspirado por un amor genuino y compromiso por sus ciudadanos, en especial por los más vulnerables, pero que está guiado por los mejores conocimientos: un gobierno que se inspira por la sensibilidad del buen activista, pero se orienta por los conocimientos del buen tecnócrata. La razón es obvia: para un país es catastrófico ser liderado por políticos de buenos sentimientos pero que no toman en cuenta la ciencia ni las capacidades técnicas; pero también es catastrófico un gobierno liderado por tecnócratas muy competentes pero insensibles frente a las necesidades y demandas de los grupos sociales más necesitados. Un buen gobierno requiere tanto de buenos activistas como de buenos tecnócratas.

El problema del gobierno Petro no es que esté llevando a altos cargos a activistas, puesto que estos, con el adecuado apoyo técnico, podrían desempeñar bien su labor. El problema es su tendencia a despreciar los conocimientos técnicos, como si estos fueran exclusivos de una tecnocracia neoliberal indiferente a las necesidades populares. Sin estos conocimientos, el gobierno no podrá concretar las reformas que Colombia requiere.

(*) Investigador de Dejusticia y profesor Universidad Nacional.

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El buen gobierno, como la vida buena, necesita tanto activistas como técnicos

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10.03.2024

En 1925, Bertrand Russell publicó su ensayo “Lo que creo”, en el que sistematizaba sus convicciones más profundas y, en particular, definía la vida buena como “una inspirada por el amor y guiada por el conocimiento”.

Russell citaba, en apoyo de esta concepción, distintos momentos históricos: la Primera Guerra Mundial, sostenía, fue guiada por el conocimiento, puesto que la ciencia estuvo al servicio de las armas, pero, al no estar inspirada por el amor sino por los fanatismos, fue una matazón sin precedentes. Como contraejemplo, Russell recordaba las reuniones en iglesias, durante el Medioevo, para orar por la sanación de los enfermos afectados por la peste. Aunque la inspiración era amorosa, pues se trataba de ayudar a estos enfermos, esas aglomeraciones favorecieron el contagio y la muerte. El resultado, por falta de conocimiento, también fue trágico.

La falta de amor o de conocimiento conduce entonces a catástrofes y muertes a........

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