Al adelantar el debate electoral de 2026, haciendo manifiesta su intención de mantenerse en el poder solicitando la consolidación de un partido único, el presidente intenta cambiar la agenda pública situando al país en un terreno más cómodo para él -el de unas elecciones permanentes en las que se trata de prometer y no de presentar hechos o gobernar- , convirtiendo en temas de ese debate desde asuntos como la legalidad de su propia elección -un tema del que se están ocupando el congreso y el Consejo Nacional Electoral- hasta la evaluación o crítica de su gestión como presidente.

Un análisis de los alcances e implicaciones legales de su declaración -dada su relevancia y gravedad- merece un análisis separado. Por ahora me ocuparé de la estrategia política que intenta desarrollar el presidente.

Convertida en método y narrativas por los gobiernos populistas autoritarios, la fábula de la zanahoria y el burro, según la cual la promesa de un futuro premio -la zanahoria- es una poderosa motivación, incluso si la recompensa siempre es inalcanzable. Utilizan la promesa de estas recompensas como una herramienta para movilizar a su base de votantes y asegurar su respaldo en elecciones. “En este gobierno no hemos podido porque no nos dejan, pero ya lo lograremos en el próximo” y así, ad infinitum. ¿Hace cuánto lo hacen las dictaduras de Nicaragua, Venezuela o Rusia? El método se encuentra patentado.

La supremacía de los particulares intereses y visiones del gobierno, ignorando adrede o despreciando la misma realidad, criterios técnicos y unos mínimos de administración, es evidente. Casos más que notorios han sido la pérdida de los Panamericanos; la falta de director en propiedad en el INVIMA -un ejemplo de lo que ocurre en muchas otras entidades a estas alturas del gobierno-; la desidia que dejó vencer un millón de vacunas; el desinterés en solucionar los problemas de la vía Bogotá-Villavicencio, en la que el camión que propició el actual trancón fue retirado casi un mes después de ocurrido el siniestro mientras la región sigue paralizada; la no asignación de recursos para el mantenimiento de equipos para los aviones que permiten apagar incendios, y una ejecución de la inversión pública en 2023 de tan solo un 70,3 % en un país que la necesitaba, también para conjurar la recesión, son apenas algunos de ellos.

¿Cuáles son las razones de que la gestión no termine de engranar y tantas responsabilidades en sectores decisivos se encuentren interinas o acéfalas? Se trata de inexperiencia y ausencia de competencia técnica, y a veces legal, de personas que deben exhibir, como único prerrequisito, obediencia absoluta al presidente, una máxima fundamental para un gobierno que se encuentra cuestionado legalmente desde su mismo origen.

Los criterios técnico-políticos, suficientes para cualquier administración, han sido sustituidos por la fe y devoción al gobernante, como ha ocurrido con el ministro de Relaciones o la de Educación, quien pese al desastre continúa en el cargo. Esta condición también explica lo ocurrido con los exministros Ocampo, Gaviria y López quienes pese a su reconocida competencia y comprensión de lo público fueron despedidos por no cumplirla a rajatabla. Recordemos, también, la renuncia de la funcionaria Zamora por el pecado de otorgar preeminencia al ordenamiento institucional y legal sobre la particular interpretación del presidente. El control y ejecución de los presupuestos públicos requiere no solo de personas confiables sino devotas al presidente, con capacidad para obedecer órdenes, sin anteponer reatos morales o legales.

El nuevo gobierno se está poniendo viejo y si tenemos en cuenta que el 2026 será un año electoral, en realidad ya pasó la mitad de su mandato. Resulta inevitable que se le comiencen a hacer balances sobre una gestión que tiene bien poco para mostrar. Así lo entiende el presidente y de allí su premura en anticipar el clima electoral, para lo que ha empezado a esgrimir unas zanahorias, perfectamente identificadas en el continente. El burro, por su parte, evidentemente es el mismo desde antes del “cambio”.

@herejesyluis

QOSHE - Las zanahorias y el burro - Luis Carvajal Basto
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Las zanahorias y el burro

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29.01.2024

Al adelantar el debate electoral de 2026, haciendo manifiesta su intención de mantenerse en el poder solicitando la consolidación de un partido único, el presidente intenta cambiar la agenda pública situando al país en un terreno más cómodo para él -el de unas elecciones permanentes en las que se trata de prometer y no de presentar hechos o gobernar- , convirtiendo en temas de ese debate desde asuntos como la legalidad de su propia elección -un tema del que se están ocupando el congreso y el Consejo Nacional Electoral- hasta la evaluación o crítica de su gestión como presidente.

Un análisis de los alcances e implicaciones legales de su declaración -dada su relevancia y gravedad- merece un análisis separado. Por ahora me ocuparé de la estrategia política que intenta desarrollar el presidente.

Convertida en método y narrativas por los gobiernos populistas autoritarios, la fábula de la zanahoria y el burro, según la cual la promesa de un futuro premio -la zanahoria- es una poderosa motivación, incluso si la recompensa........

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