Desde dos perspectivas distintas puede emprenderse un análisis de los grupos de mensajería instantánea (WhatsApp, Telegram, etc.): bien desde el contenido del propio grupo, bien desde la psicología de las personas que lo conforman. Toda una sociología del comportamiento se puede extraer de ellos, toda una psicología de los individuos y hasta del conjunto social se puede construir estudiando este fenómeno más o menos nuevo, pero siempre particular, de comunicación e interacción. Lo nuevo, se entiende, no es la conversación entre las personas, sino el medio que se emplea para tener charlas que pueden ser simultáneas o que pueden sostenerse sin que conozcan dichas conversaciones un límite temporal, más allá del que sus integrantes quieran darle al propio grupo.

Las conversaciones y los contenidos que se comparten en el grupo dicen tanto de la cualidad de cada uno de los integrantes como de sus capacidades de comunicación y de interacción, que se ven reflejadas en todo lo que en él se genera. En lo dicho y en lo compartido —motu proprio o por medio de los contenidos que se envían— cada uno muestra sus preferencias e inclinaciones, de allí que haya unos que, taciturnos o silenciosos, apenas si escriben palabra; otros hay que, impelidos por su facundia, no pueden dejar pasar una línea o un comentario sin que sientan que tienen que participar; también hay, y son muy comunes, los que quieren tener la última palabra… Todo tal y como ocurre en cualquier grupo de personas que se sienta a conversar. O casi. Porque es verdad que el hecho de no tener que sostener la conversación en directo y en viva voz, sino mediados por el aparato que envía el mensaje y sin necesidad de ver la cara del otro y sin necesidad, siquiera, de tener que hablar, puede servir para que alguno más tímido se sienta cómodo expresando sus opiniones o para que alguno que ama la conversación apenas si escriba una línea, pues está habituado al tempo del diálogo y a los ritmos de la charla, y no a los silencios de la pantalla.

Y como en toda conversación, también aquí hay los que se ofuscan, los que callan a su interlocutor, los que interrumpen a cada rato, los que no dejan hablar a los otros, y hay también los que se van, del grupo o del recinto. Y están, claro, los que amenazan siempre con irse, pero se quedan, porque disfrutan tanto la charla como el amenazar con su partida.

Esperemos que sea propósito de enmienda, o al menos de reflexión, en estos tiempos de recogimiento tener menos disputas políticas y más discusiones culturales, dejar hablar al otro, atacar los argumentos y no las personas y, también, salir corriendo de los grupos en los que no se quiere estar. Ese, en verdad, debería ser el primer mandamiento de estos nuevos grupos de conversación.

@D_Zuloaga

juandavidzuloaga@yahoo.com

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Conversar a distancia

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28.03.2024

Desde dos perspectivas distintas puede emprenderse un análisis de los grupos de mensajería instantánea (WhatsApp, Telegram, etc.): bien desde el contenido del propio grupo, bien desde la psicología de las personas que lo conforman. Toda una sociología del comportamiento se puede extraer de ellos, toda una psicología de los individuos y hasta del conjunto social se puede construir estudiando este fenómeno más o menos nuevo, pero siempre particular, de comunicación e interacción. Lo nuevo, se entiende, no es la conversación entre las personas, sino el medio que se emplea para tener charlas que pueden ser simultáneas o que pueden sostenerse sin que conozcan dichas conversaciones un límite temporal, más........

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