En la semana anterior pasó de todo un poco en Colombia y, en lo que pasó, todos tienen algo de razón y algo de desmesura en sus apreciaciones.

Es cierto que el presidente de la República apoyó y estimuló las movilizaciones convocadas por Fecode que terminaron en un bloqueo indebido al Palacio de Justicia, el cual restringió durante algunas horas la libre movilidad de quienes se encontraban adentro, incluyendo magistrados, empleados y periodistas. No es cierto que esto puso en riesgo la democracia y el Estado de derecho, como algunos lo han querido presentar, pero sí es cierto que este tipo de hechos buscan poner presión a la Corte Suprema de Justicia para elegir nueva fiscal general de la Nación de una terna que ha sido reconocida como idónea, presión que hubiera podido expresarse en una movilización espontánea y pacífica sin estímulo del jefe de Estado y de grupos de activistas con vasos comunicantes hacia el Palacio de Nariño.

Es cierto que no existen plazos perentorios para que la Corte Suprema elija fiscal, que en anteriores oportunidades se han tomado varias sesiones y jornadas de votación, que incluso una vez devolvieron la terna, facultad que no procede según la Constitución. Pero también es cierto que el clima político exige mayor compromiso y responsabilidad de parte de los magistrados, porque el encargo en una vicefiscal seriamente cuestionada genera inquietud, como bien lo señaló la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual advirtió que la ausencia de una persona titular y la designación de personas interinas puede afectar la independencia y autonomía de la Fiscalía General de la Nación.

Es cierto que en el entorno del Gobierno han ocurrido hechos que han afectado la imagen del presidente y su gobernabilidad, tales como la acusación a su hijo por enriquecimiento ilícito y lavado de activos, la suspensión del canciller por su proceder indebido y caprichoso en una licitación para elaborar pasaportes, y temas relacionados con posibles excesos en gastos de parte de la esposa del primer mandatario, pero también es cierto que las decisiones adoptadas por autoridades se han dado en el marco de sus competencias y por eso no puede hablarse de ruptura institucional. Los reproches a la primera dama por viajes y misiones oficiales también pueden hacerse a anteriores esposas presidenciales, lo que implica que es necesario definir el tema, reglamentarlo y fijar reglas claras, porque la pareja del presidente no tiene por qué desaparecer de la vida pública.

También es cierto que ese celo de vigilancia contra este Gobierno en ciertos temas relacionados con la coyuntura no pasó con el anterior Gobierno cuando ya ejercían el fiscal saliente y la procuradora. Ese celo por el cuidado de los recursos públicos no se vio en el caso de Centros Poblados, donde sí se perdió una plata. En el caso de la Cancillería es la expectativa de perder una demanda– o en el caso del entramado de corrupción que involucra al subdirector del Departamento de la prosperidad Social o en el caso del allanamiento a Fecode (sin duda una medida exagerada) no se vio a la Fiscalía allanando a empresas señaladas de aportar dinero a la campaña de Iván Duque por la puerta de atrás, haciendo la donación al Centro Democrático, lo mismo de lo que se señala a Colombia Humana.

Es cierto que hay un escrutinio diferente a este gobierno, que no le perdonan una y que el establecimiento disfruta cada traspiés porque con eso alientan su intención de recuperar al país en el 2026, pero también es cierto que eso hace parte de la democracia, que cuando Gustavo Petro estuvo en la oposición hizo lo propio, y que es exagerado hablar de golpe blando o similares; pero también es cierto que este Gobierno se “estrelló contra el orden conservador de Colombia, que es el más resistente de América Latina”, como lo dijo Hernando Gómez Buendía en este diario.

Es cierto que el Gobierno no ha podido encontrar la forma de concretar sus ideas de cambio, que ha dinamitado los consensos políticos y ha sido descuidado en los temas administrativos y de gestión, pero también es cierto que buena parte del establecimiento político y mediático ha optado por el bloqueo y la resistencia a considerar siquiera la necesidad de cambios para equilibrar mejor la cancha entre los colombianos.

Es cierto que el presidente no se caerá, que tarde o temprano se elegirá fiscal, pero también es cierto que se están dando las condiciones para que el máximo logro del gobierno sea el de dejar grandes temas de discusión en la agenda pública sin encontrar los caminos institucionales para el tan anhelado cambio.

@cuervoji

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De todo un poco

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16.02.2024

En la semana anterior pasó de todo un poco en Colombia y, en lo que pasó, todos tienen algo de razón y algo de desmesura en sus apreciaciones.

Es cierto que el presidente de la República apoyó y estimuló las movilizaciones convocadas por Fecode que terminaron en un bloqueo indebido al Palacio de Justicia, el cual restringió durante algunas horas la libre movilidad de quienes se encontraban adentro, incluyendo magistrados, empleados y periodistas. No es cierto que esto puso en riesgo la democracia y el Estado de derecho, como algunos lo han querido presentar, pero sí es cierto que este tipo de hechos buscan poner presión a la Corte Suprema de Justicia para elegir nueva fiscal general de la Nación de una terna que ha sido reconocida como idónea, presión que hubiera podido expresarse en una movilización espontánea y pacífica sin estímulo del jefe de Estado y de grupos de activistas con vasos comunicantes hacia el Palacio de Nariño.

Es cierto que no existen plazos perentorios para que la Corte Suprema elija fiscal, que en anteriores oportunidades se han tomado varias sesiones y jornadas de votación, que incluso una vez devolvieron la terna,........

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