En ningún otro lugar del mundo se ha desarrollado tanto, con mayor eficacia, con más refinada crueldad que en Colombia el dificilísimo arte del secuestro. Nuestro amable país es una increíble máquina de ingenio en numerosos delitos, una sagaz escuela de malhechores y asesinos, una potente exportadora de mercenarios (Haití), de astutos genios del narcotráfico (México), de inigualables maestros del sicariato (Ecuador) y, sobre todo, de eximios artistas del secuestro.

Ningún otro pueblo ha justificado con mayor sutileza retórica la necesidad absoluta del secuestro como medio de subsistencia y como forma cruel de ganarse la vida. Una vida arriesgada, sufrida, a toda hora escondidos como ratas. Bien se preguntan los maestros del ELN, ¿cómo podría un grupo de luchadores por la justicia social financiarse, a no ser por las retenciones a quienes han amasado algún dinero con los sucios tráficos del capitalismo? Si alguien tiene derecho a enriquecerse, entonces el ejército liberador tiene derecho a secuestrarlo. Punto.

Tomemos a un panadero, a un comerciante de motos, a una actriz, o, para no ir tan lejos, a un futbolista, es decir, a un traficante de maromas y goles. ¿Con qué derecho un hombre joven y de origen humilde, y para colmo lleno de melanina en la piel, se enriquece de la noche a la mañana solo por mover bien los pies y una pelota? ¿No debe compartir ese sujeto su ganancia ocasional, su plusvalía, con nosotros? Ahora bien, si el tipo comete la indecencia de residir en un país europeo de difícil acceso y lleno de policías, un país de blancos, imperialistas y explotadores del trabajo de un afrodescendiente como él, ¿no tenemos nosotros derecho a pedir el impuesto que nos corresponde por sus excesivos ingresos en el exterior? Y ¿a quién exigirle ese pago? No pudimos encontrar mejor pagador que su propio padre; por eso nos vimos en la necesidad de retenerlo. Quienes se atreven a criticarnos no entienden nada. ¿Acaso no cobran diezmos las iglesias? ¿No cobra IVA el Estado? ¿No deducen comisiones los bancos? Es lo mismo: nosotros secuestramos.

Colombia, señores, ha llegado a tener decenas de miles de personas secuestradas casi simultáneamente, en pocos lustros de denodado oficio. En los últimos veinte años del siglo pasado tuvimos cuarenta mil personas secuestradas, algunas durante más de diez años, teniendo que darles de comer a diario, cambiándolos de sitio, comprándoles cadenas nuevas cuando se les oxidaban, botas pantaneras, construyéndoles un cambuche tras otro para que durmieran secos en nuestras tupidas selvas, y hasta suministrándoles medicamentos gratis para la malaria.

Y ahora salen estos principiantes, estos bisoños de Hamás a sacar pecho con pinches 240 retenidos que los hipócritas medios occidentales (vendidos al interés y al capital de las superpotencias) llaman rehenes y secuestrados. Si los de Hamás se hubieran dejado asesorar por nosotros no habrían secuestrado 240 niños, ancianos y mujeres, sino siquiera diez o veinte mil judíos, que para eso tienen harta plata. Pero ellos, seres carentes de visión y ambición, no han sabido desarrollar lo que es una verdadera industria del secuestro. Una industria perfeccionada aquí, en estos trópicos, y llevada hasta las alturas de lo sublime.

Está bien, con todo ese escándalo y tantos aspavientos de la prensa vendida a los ricos (es decir, a los secuestrables), con tanta camiseta blanca de “liberen a mi papá”, nos tocó devolverles al padre del futbolista. Pero nos tienen que entender: llevamos más de medio siglo perfeccionando nuestra misión, tenemos máster y doctorado en esta industria, en esta carrera en la que podríamos darle cátedra al mundo entero, y no vamos a tirar este saber ancestral por la borda. Ha llegado la hora de desmovilizarnos y abrir una Universidad del Secuestro a la que tengan acceso todos los jóvenes del planeta. Piensen ¿Cuánto no estaría dispuesto a pagar Hamás por la matrícula?

QOSHE - Colombia: potencia mundial del secuestro - Héctor Abad Faciolince
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Colombia: potencia mundial del secuestro

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12.11.2023

En ningún otro lugar del mundo se ha desarrollado tanto, con mayor eficacia, con más refinada crueldad que en Colombia el dificilísimo arte del secuestro. Nuestro amable país es una increíble máquina de ingenio en numerosos delitos, una sagaz escuela de malhechores y asesinos, una potente exportadora de mercenarios (Haití), de astutos genios del narcotráfico (México), de inigualables maestros del sicariato (Ecuador) y, sobre todo, de eximios artistas del secuestro.

Ningún otro pueblo ha justificado con mayor sutileza retórica la necesidad absoluta del secuestro como medio de subsistencia y como forma cruel de ganarse la vida. Una vida arriesgada, sufrida, a toda hora escondidos como ratas. Bien se preguntan los maestros del ELN, ¿cómo podría un grupo de luchadores por la justicia social financiarse, a no ser por las retenciones a quienes han amasado algún dinero con los sucios tráficos del capitalismo? Si alguien tiene derecho a enriquecerse, entonces el ejército........

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