En las últimas semanas, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) ha sido foco de una serie de tensiones en la comunidad universitaria a raíz de la reciente designación del nuevo rector. El proceso llevado a cabo por el Consejo Superior Universitario (CSU), como parte de sus atribuciones consagradas y ajustadas a la reglamentación vigente (Decreto 1210 de 1993, Acuerdo 011 de 2005 del CSU, Acuerdo 252 de 2017 del CSU y la Resolución 278 de 2011), ha generado cuestionamientos y respaldos a la decisión, llevando a un desacuerdo que pone en riesgo el normal desarrollo de las actividades de la universidad y compromete su autonomía.

Esta crisis institucional nos reta como comunidad. La toma de edificios claves para la administración y el funcionamiento de la universidad, las agresiones, amenazas y acusaciones temerarias a miembros de la comunidad universitaria y en particular a las mujeres que ocupan cargos directivos son hechos ajenos, contrarios a la naturaleza dialogante de la universidad.

Frente a la crisis, es necesario adelantar diálogos y debates profundos como comunidad UNAL, en el marco del respeto, la discusión cualificada y con datos e información rigurosa, sobre los temas que han emergido en la coyuntura: la autonomía y la democracia universitaria, la relación Universidad-Empresa-Estado, la responsabilidad social de la universidad, la naturaleza de la extensión universitaria, la innovación social y tecnológica, la reforma de posgrados y las violencias de género, entre otros asuntos.

Durante estos seis años, en los que tuve la oportunidad de ser rectora de la Universidad Nacional de Colombia, nuestra universidad, nuestra nación y nuestro mundo han tenido que enfrentar crisis similares que nos impulsaron a ser resilientes y, sobre todo, a superarlas desde un liderazgo colectivo y transformador.

En el año 2018, cuando recién llegaba al cargo, nuestro país pudo presenciar una masiva movilización universitaria por la financiación de la educación pública. Gracias al trabajo colectivo de profesores, estudiantes, administrativos y egresados, logramos negociaciones con el gobierno a favor de la educación superior pública de nuestro país. En 2019 y 2021, vivimos dos grandes estallidos sociales que aglutinaron a sectores de múltiples orígenes alrededor de un llamado en contra de las desigualdades y a favor de la garantía de derechos. En 2020, la pandemia puso a prueba la solidaridad humana mientras nos veíamos forzados a guardar una estricta cuarentena. Durante los “estallidos sociales” y en la pandemia, la solidaridad nos permitió salir más fuertes como sociedad, reconociendo nuestros problemas y construyendo de manera conjunta alternativas para resolverlos. En todos los casos, la universidad ha respondido con nuevas cátedras, centros de pensamiento e iniciativas como la estrategia de Convergencia por Colombia para pensar desde la academia las necesidades de nuestra nación. En la pandemia fuimos promotores de la vacunación y llevamos a los territorios equipos de Telemedicina para atender las necesidades de los pacientes en este momento de dificultad.

El liderazgo colectivo y transformador implica hacer uso de las herramientas de la academia para trabajar conjuntamente desde un diálogo respetuoso de ideas y perspectivas diferentes, en el que seamos capaces de escuchar a los que piensan distinto y de tener la humildad suficiente para reconocer que podemos ampliar y cambiar nuestros puntos de vista gracias a los valiosos aportes del otro. En síntesis, este liderazgo implica una capacidad de sumar y sumar, de elegir aquello que nos une por encima de lo que nos divide y de construir sobre estos puntos de acuerdo. En este caso particular, es necesario que nuestra comunidad universitaria y el conjunto de la nación colombiana alineen propósitos, valores y acciones en torno a la defensa de la autonomía universitaria, recogida en nuestra Constitución Política.

La autonomía pertenece esencialmente a la universidad, como institución universal, científica y corporativa al servicio del bien común. Desde el siglo XIX en Latinoamérica, diversos intelectuales han defendido férreamente la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, entre ellos el primer rector de la Universidad Nacional de Colombia, Manuel Ancízar, quien renunció a su cargo debido a la imposición, por parte del Congreso, de los textos que debían ser enseñados en las aulas. A 106 años de la apuesta reformista del movimiento de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), la búsqueda y la defensa de la autonomía universitaria sigue siendo una lucha histórica razonable, vigente y necesaria para la gestión del conocimiento y la formación de seres integrales. La autonomía universitaria es el motivo por el cual hoy cientos de miles de personas en Argentina salen a las calles a cuestionar las políticas del gobierno.

La UNAL construye su esfera de autonomía como el resultado de la confianza de los colombianos en el cumplimiento de nuestra misión de formar ciudadanos integrales y de contribuir con la gestión del conocimiento en la solución de los problemas reales de nuestra sociedad. Esta autonomía se ejerce con responsabilidad, compromiso y respeto a la ley y el marco constitucional del Estado.

Quiero invitar a toda la comunidad universitaria y a la nación colombiana a que promovamos el liderazgo colectivo y transformador para superar esta crisis. El momento coyuntural reclama que nos unamos decididamente en favor de la autonomía universitaria, haciendo uso del diálogo de las ideas académicas, respetando a los otros y siempre buscando que podamos salir adelante, renovados y unidos, de esta y otras crisis.

Adenda: Me gustaría agradecer al diario El Espectador y a todos los lectores por haberme dado la oportunidad de comunicarles, desde esta tribuna, los avances y logros que ha tenido nuestra Universidad Nacional de Colombia en los últimos seis años.

* Rectora.

@DollyMontoyaUN

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Liderazgo colectivo y transformador para enfrentar las crisis

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27.04.2024

En las últimas semanas, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) ha sido foco de una serie de tensiones en la comunidad universitaria a raíz de la reciente designación del nuevo rector. El proceso llevado a cabo por el Consejo Superior Universitario (CSU), como parte de sus atribuciones consagradas y ajustadas a la reglamentación vigente (Decreto 1210 de 1993, Acuerdo 011 de 2005 del CSU, Acuerdo 252 de 2017 del CSU y la Resolución 278 de 2011), ha generado cuestionamientos y respaldos a la decisión, llevando a un desacuerdo que pone en riesgo el normal desarrollo de las actividades de la universidad y compromete su autonomía.

Esta crisis institucional nos reta como comunidad. La toma de edificios claves para la administración y el funcionamiento de la universidad, las agresiones, amenazas y acusaciones temerarias a miembros de la comunidad universitaria y en particular a las mujeres que ocupan cargos directivos son hechos ajenos, contrarios a la naturaleza dialogante de la universidad.

Frente a la crisis, es necesario adelantar diálogos y debates profundos como comunidad UNAL, en el marco del respeto, la discusión cualificada y con datos e información rigurosa, sobre los temas que han emergido en la coyuntura: la autonomía y la democracia universitaria, la relación Universidad-Empresa-Estado, la responsabilidad social de la universidad, la naturaleza de la extensión universitaria, la innovación social y tecnológica, la reforma de posgrados y las violencias de género,........

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