Desde hace ya unos años se ha reavivado la discusión sobre lo que constituye el buen periodismo. Esta discusión se enmarca en una dualidad que divide la enseñanza del periodismo en el “objetivo”, que se enseñaba en las antiguas escuelas de comunicación, y el “activista” de los nuevos medios independientes. Esta tajante división, que se asemeja a simplismos del estilo “los hombres de Marte y las mujeres de Venus”, sigue una vieja y falsa oposición de la razón y las emociones.

Es verdad que, por mucho tiempo, una confianza desbordada en la existencia de verdades puras y duras fue la norma en la enseñanza del periodismo. Después, las teorías de los afectos, la insistencia de perspectivas, la relevancia de lo contingente hizo que las emociones reinaran y, con ellas, la obligación de tomar partido. Y así, en lugar de aprovechar la renovación para animar un debate robusto que piense con precisión ambos impulsos y nos ayude a renovar el quehacer periodístico, lo que tenemos es una peleíta que va de acá para allá.

Volví a pensar en la simplista división de razón versus emociones con la nueva muletilla que pone de un lado a “los funcionarios de Petro, sin preparación, pero con corazón”, y a los “tecnócratas, con preparación, pero sin corazón”. Y bueno, hay que decir lo evidente. Si bien muchísimos de los funcionarios de Petro no están a la altura de sus cargos, tampoco se trata de meros vasallos activistas sin ninguna preparación que, como en una especie de culto, siguen lo que dice su mesías y repiten como borregos. Algo de preparación tienen, y algo de agenda propia tienen, y sus agendas chocan entre sí.

Lo mismo sucede con los llamados tecnócratas. Contrario a lo que sugieren los petristas, aquellos que tienen preparación en el funcionamiento del Estado no son míseros economistas de universidades privadas, que constituyen una élite usurpadora que lleva años sin dejar gobernar a los desfavorecidos. Aquellos que se toman en serio los asuntos técnicos son un grupo variopinto, de formaciones diversas y con posturas políticas muy disímiles. Incluso, los “economistas de universidades privadas” se sacan los ojos entre sí porque sus ideas, datos y conclusiones simplemente no son las mismas.

De todas formas, lo que vengo a decir no es que lo que necesitamos es “corazón y razón”, o algo por el estilo. Lo que quiero resaltar es que la lucha simplista de binarios saca de la discusión un ideal del que ahora ni siquiera hablamos y es la excelencia. Como lucho con mis estudiantes de periodismo: “la pretensión de objetividad no tiene por qué opacar el ángulo, la historia, ni la emoción de la narración”. Y al revés: “No hay puntos por decidir un ángulo feminista, o queer, o consciente de raza, si la historia está pésima”. Una buena pieza periodística puede ser buena de muchas maneras, pero la excelencia no es una suma de “puntos por buenas intenciones” o algo por el estilo.

Qué es ser un buen gobernante es una pregunta cuya respuesta quedará siempre abierta. Eso no quiere decir que no podamos ya juzgar a las dos últimas administraciones como mediocres, triviales y lejanas de cualquier excelencia. Aun así, no hay excusa para dejar de exigir. Y desde ya podemos decir que, en la siguiente baraja de gobernantes, y con mis más sentidas excusas a Juan Daniel Oviedo, uno no puede simplemente decir “soy tecnócrata” porque eso no significa nada y por eso no moviliza. Ni tampoco podemos creer que los que no han gobernado, ni los que en un pasado lo han hecho mal, van mágicamente a aprender a dirigir. No hay fórmulas para la excelencia, pero ya estamos conociendo varias características que rompen el piso y ponen la barra cada vez más abajo.

QOSHE - Tecnócratas vs. Activistas: Más allá de la dualidad - Catalina Uribe Rincón
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Tecnócratas vs. Activistas: Más allá de la dualidad

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09.03.2024

Desde hace ya unos años se ha reavivado la discusión sobre lo que constituye el buen periodismo. Esta discusión se enmarca en una dualidad que divide la enseñanza del periodismo en el “objetivo”, que se enseñaba en las antiguas escuelas de comunicación, y el “activista” de los nuevos medios independientes. Esta tajante división, que se asemeja a simplismos del estilo “los hombres de Marte y las mujeres de Venus”, sigue una vieja y falsa oposición de la razón y las emociones.

Es verdad que, por mucho tiempo, una confianza desbordada en la existencia de verdades puras y duras fue la norma en la enseñanza del periodismo. Después, las teorías de los afectos, la insistencia de perspectivas, la relevancia de lo contingente hizo que las emociones reinaran y, con ellas, la obligación de tomar partido. Y así, en lugar de aprovechar la renovación para animar un debate robusto que piense con precisión ambos impulsos........

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