La primera vez que vi sus ojos un poco tristes, lo único que pude pensar fue “ternura”. Era el año 2016, tenía dos meses y era tan pequeña que apenas cabía en una mochila. Era un regalo, un regalo vivo, por eso le puse Paratú (como dicen los Minions), pero nada era pequeño con ella: ni su amor incondicional hacia mí, ni su tamaño. “El pequeño pony” le decimos, pero no es para menos.

Es adoptada y nada más criollo que ella. Cuando llegó a casa, todo fue felicidad, pero también responsabilidad. Llegó enferma, porque al parecer la abandonaron en un canal de agua y en su ánimo de sobrevivir, se habría intoxicado. Yo creí que le estaba salvando la vida, pero en realidad, era ella la que estaba cambiando la mía.

Desde hace más de 30 años tenemos evidencia científica del beneficio de los animales en nuestra vida. Ahora, los datos son mucho más frecuentes y dicientes. Sabemos por Polheber, J. y Matchock, R. (2013) que el apoyo social brindado por un perro sirve para atenuar niveles de cortisol en comparación con las condiciones de un amigo (apoyo social humano) y sin apoyo social, en otras palabras, tener perro atenúa la sensación de estrés y posiblemente de ansiedad.

Además, cuidar un animal de compañía, como lo sugieren Kushner, R., et al. (2006), incrementa la participación de personas en la actividad física, situación que beneficia la salud física y mental del tenedor y el perro. Pero también hay evidencia que permite saber que los niños y niñas que en su hogar tienen un perro como mascota alcanzan a obtener un mejor desarrollo de su motricidad gruesa (Cabra, C., et al. 2011)

Han sido ocho años de crianza, amor, lambetazos, coletazos y aprender a comunicarnos con miradas y sonidos. Aunque no todo fue felicidad, hace poco menos de un año Paratú fue diagnosticada con cáncer; un pequeño bulto en su cara que continúa creciendo y que gracias a los cuidados veterinarios ha tenido una evolución más lenta. Desde entonces todo en nuestra vida cambió: para ella quimioterapia, medicamentos, comida especial y visitas frecuentes al veterinario; para mí, aún es inexplicable.

A pesar de lo que está pasando sé que ella es una perra afortunada, tiene un hogar que la quiere y la cuida, ha estado con los mejores veterinarios, pero también sé que esto no pasa con más de 66.000 perritos que habitan la calle en Bogotá y que cada día sufren dolores, enfermedades, y principalmente, hambre.

No se sabe exactamente cuántos perros abandonan cada año en Bogotá. Algunos los dejan en los parques y terminan convirtiéndose en las mascotas de los administradores; otros son dejados en canales de agua, basureros, amarrados en postes o metidos en costales. Si alguno de ellos enferma no tendrá acceso a cuidados y seguramente morirá en medio de muchos dolores. La solución no es que el Idpyba los recoja todos, eso es insostenible a nivel presupuestal. La solución debería ir a la raíz del problema: la responsabilidad del tenedor de un animal.

En la mayoría de los casos, la mayor dificultad es saber lidiar con su comportamiento. Los compran para regalarlos a los niños o niñas sin enseñarles a entenderlos, educarlos y evitar sus problemas de comportamiento que terminan haciendo insostenible su tenencia en casa. Pero eso no se soluciona abandonándolos, ni llevándolos a una finca: se necesita aprender a tener un ser vivo, se necesita buscar asesoría si la situación es muy difícil y para eso existen los expertos en comportamiento animal.

El otro problema es la venta en sí. Cada año hay criaderos, legales e ilegales, que explotan a las perras para que den cría continuamente y así poder vender los cachorros de moda; por estos animales se pagan cifras tan elevadas que podrían cubrir hasta uno, dos o más años de manutención.

Por eso es importante reglamentar la tenencia responsable y la compra y venta de animales de compañía, ya sea perros o gatos, una reglamentación que prohíba la explotación de los animales para su venta y que reglamente la compra exigiendo al comprador las condiciones adecuadas e incluso un seguimiento para evitar que los abandonen.

Por otro lado, es importante que el Distrito, a través del Idpyba, realice investigaciones amplias de las razones del abandono en Bogotá y que logre proponer soluciones de educación que arranquen en las veterinarias, procesos educativos que permitan que los tenedores de perros aprendan de comportamiento.

Y para los criaderos de perros, tanto la Policía como la Secretaría de Gobierno debería buscar hacer controles más fuertes para sancionar a aquellos sitios que maltratan a las perras obligándolas a tener crías hasta 12 veces en el transcurso de su vida cuando lo recomendable es que no sean más de tres veces, de acuerdo con los expertos en el tema.

Los 66.000 perritos que hoy habitan las calles de Bogotá no son tan afortunados como Paratú: necesitan ayuda inmediata del Estado, pero lo que más se necesita es que aprendamos a tener mayor empatía con los demás animales y seamos conscientes que, así como no podríamos abandonar a un hijo amarrado a un árbol porque se portó mal, tampoco podemos hacerlo con un perro o un gato.

Por amor a una perra crecí como ser humano y si buscamos un consenso como sociedad frente a su cuidado y entendimiento, también podremos crecer como ciudad.

QOSHE - Por amor a una perra - Blanca Inés Durán
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Por amor a una perra

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25.04.2024

La primera vez que vi sus ojos un poco tristes, lo único que pude pensar fue “ternura”. Era el año 2016, tenía dos meses y era tan pequeña que apenas cabía en una mochila. Era un regalo, un regalo vivo, por eso le puse Paratú (como dicen los Minions), pero nada era pequeño con ella: ni su amor incondicional hacia mí, ni su tamaño. “El pequeño pony” le decimos, pero no es para menos.

Es adoptada y nada más criollo que ella. Cuando llegó a casa, todo fue felicidad, pero también responsabilidad. Llegó enferma, porque al parecer la abandonaron en un canal de agua y en su ánimo de sobrevivir, se habría intoxicado. Yo creí que le estaba salvando la vida, pero en realidad, era ella la que estaba cambiando la mía.

Desde hace más de 30 años tenemos evidencia científica del beneficio de los animales en nuestra vida. Ahora, los datos son mucho más frecuentes y dicientes. Sabemos por Polheber, J. y Matchock, R. (2013) que el apoyo social brindado por un perro sirve para atenuar niveles de cortisol en comparación con las condiciones de un amigo (apoyo social humano) y sin apoyo social, en otras palabras, tener perro atenúa la sensación de estrés y posiblemente de ansiedad.

Además, cuidar un animal de compañía, como lo sugieren Kushner, R., et al. (2006), incrementa la participación de personas en........

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