Con la película Maestro (2023) de Bradley Cooper, si somos muy melómanos, puede quedarnos una sensación de hambre, tras solo unas cucharadas de todo el menú que fue la apasionante vida del pianista, compositor y director de orquesta Leonard Bernstein Lenny (1918-1990), conocido por West Side Story. Y qué miserable distribución de la película en salas de cine. Hay que agradecer de nuevo al empresario Eladio Fraga Tarife que haya traído una copia a la capital tinerfeña.

Interpretar a Bernstein no le ha sido nada sencillo a Cooper, que ha tenido 6 años para entrenarse en batuta con directores como Dudamel y Nézet-Séguin. A ver si los premios hacen justicia a ese trabajo minucioso que logra llegarnos bien en la azulada mirada cómplice de Cooper/Bernstein. Premios tal vez más seguros para la actriz Carey Mulligan, que hace el papel de su esposa, la actriz hispana Felicia Montealegre Cohn y madre de sus tres hijos. Aunque la vida de la pareja ocupa casi toda la película, la intimidad erótica de Lenny se enriqueció mucho con personas de su mismo género, pero que apenas aparecen. Un reflejo de la homofobia institucionalizada de la época que tenía secuestrados otros modelos más versátiles de sexualidad masculina.

De la biografía breve Leonard Bernstein (2018), escrita por Paul B. Laird para celebrar el centenario de su nacimiento, se describe la entrevista que el músico le concedió en los años ochenta para su tesis doctoral sobre él, recordando «la intensidad de aquel hombre, semejante a un láser… Mientras estuvieses en su presencia te hacía sentir como si fueses la persona más importante del mundo, una sensación embriagadora».

La película no dura lo suficiente para mostrar más el genio musical de Lenny ni su pasión altruista y solidaria, como su pedagogía musical con los Conciertos para jóvenes, o los celebrados en Palestina en el año 1947. También, su apoyo a Amnistía Internacional, su oposición a la Guerra de Vietnam o al desarme nuclear; además de su recogida de fondos para investigar el sida, etcétera. Pero la película sí nos regala un breve momento inolvidable cuando recrea el concierto celebrado en la catedral inglesa de Ely, donde interpretó la sinfonía Resurrección de Mahler, y consigue con esa secuencia un momento sublime que haría recomendar la película solo por ella, pero con sonido y pantalla gigante.

A pesar de ser un trabajador incansable, Bernstein se permitió repetidos descansos también en Canarias, en la Finca Monte León de San Bartolomé de Tirajana. Allí preparó algunas de sus obras (1600 Pennsylvania Avenue, Slava, o la pieza Halil, dedicada al flautista muerto a los 19 años en la guerra árabe-israelí de 1973). Ese ocio creativo experimentado en la isla canaria (que le motivaba por su luminosidad y noches estrelladas) ya empezó desde los años setenta, invitado por el músico Justus Frantz, quien sigue celebrando en el sur de la isla el Festival Frantz & Friends. Amplio testimonio de ello se puede ver en el documental Leonard Bernstein en Gran Canaria (2021) de Pedro Ruiz Mateos y Domingo Doreste.