El domingo estuvimos pendientes, con frecuencia, de lo que sucedía en la transmisión del mando en Argentina. Estábamos impresionados con la elegante sencillez de un magnífico acto, sin falla alguna de principio a fin, por lo menos para quienes lo vimos desde lejos. Allí volvimos a ver a los parlamentarios, ministros, y otras autoridades, vestidos con traje y corbata, sin alarde alguno, pero como se debe asistir a una ceremonia solemne en el Congreso de la República, por respeto a la magna institución. Con esto no quiero reclamarles nada a nuestros parlamentarios ni autoridades, porque nos hemos sometido a la “multiplurinacionalidad”, donde, además de tumultuosos y gritones, asisten a todo suceso, desde hace dos décadas, con las fachas más extravagantes que uno pueda imaginar.​

Desde que las turbas masistas cortaron corbatas, abusivamente, en las calles de La Paz, el país se ha descorbatado producto del miedo. Algunos pobres ciudadanos guardaban sus corbatas en el bolsillo para que los energúmenos no quisieran ahorcarlos con las mismas en plena vía pública. La corbata era el signo de la oligarquía explotadora. ¡Vaya estupidez! Como los “sans-culottes” (sin calzones) en la Francia revolucionaria, o los descamisados de Perón, en la Bolivia masista se impusieron los “sans-cravatte”, vigente hasta hoy. En los grandes calores del trópico nadie exige traje ni corbata. Africanos, asiáticos, caribeños y latinoamericanos de tierras cálidas, como en Santa Cruz, tenemos otras formas de vestir, por supuesto. Pero no se trata de repudio a la corbata por ideología, sino por comodidad, por alivio.

Como hasta el domingo en la mañana no sabíamos si el presidente Arce viajaba o no a la transmisión del mando presidencial a Javier Milei y las informaciones eran tan confusas, esperábamos, con temor, ver al único mandatario del área descorbatado, fiel a la ideología que impuso su ex jefe Evo Morales y los izquierdistas del MBL. Arce no aparecía por ningún lado y ya había pasado la transmisión del poder en el Congreso. Recién, entonces, una radio, o la televisión del Estado, dijo que Arce estaba muy ocupado con los conflictos en Guarayos – ¡vaya pretexto! – y que tanto trabajo le había impedido ir a Buenos Aires. Fue una pena porque Arce se perdió el magnífico discurso de Milei, que, tal vez, le hubiera dado alguna luz para mejorar su lamentable gobierno.

En su lugar, pudo ir otro descorbatado, el vicepresidente Choquehuanca, pero, al igual que Arce, se hubiera sentido huérfano en medio de tantos mandatarios no “originarios”, y, sobre todo, encontrarse con que, en vez de Maduro, Ortega y Díaz Camel, se daría de frente con el heroico Zelensky, descorbatado porque no deja el uniforme de campaña para frenar a los rusos. El hecho de que Lula desistiera asistir resultó fatal para Arce, porque le faltaría el padrino a quien apegarse. Le informaron eso al presidente y al vice, y enviaron a la flamante ministra de Relaciones Exteriores, que, sin ningún problema, se presentó ante toda la comunidad internacional vestida como si asistiera a un Día de Comadres en Tarija. Si quiso hacer noticia, se equivocó. Evo conmovió con su chompita a rayas en su primer viaje a Europa en pleno invierno, pero ahora, ya se trata de una actitud trillada, que no llama la atención.

Al margen de la vestimenta que es algo trivial, el hecho es que Bolivia no ha estado a la altura de las circunstancias en su relación con Argentina, que siempre ha sido tan importante. A escasos días de haber ingresado como miembro pleno del Mercosur, los bolivianos ya estamos tomando partido ideológicamente y nos ponemos del lado del izquierdista Lula, dándole la espalda a Milei e ignorando a los mandatarios de Uruguay y Paraguay, Lacalle y al joven Peña, desaprovechando la oportunidad de buscar una buena amistad con ellos, nuestros nuevos socios en el reiterado intento de buscar la integración. Es que los bolivianos tenemos la manía de ser hoscos, tímidos, acomplejados, y por eso somos los menos amistosos del mundo.

Lo que suceda con el Mercosur es incierto aún, pese a los muchos años que tiene de vida. Sin embargo, los distintos intereses y las divergencias ideológicas, hacen ver que los cinco asociados del viejo Tratado de la Cuenca del Plata (donde Bolivia estaba incluida antes de pertenecer a la actual Comunidad Andina) deberán esforzarse mucho para poder coincidir en sus objetivos, porque ya se ven ciertos resquebrajamientos, que, con la presencia de Milei, pueden ahondarse. En todo caso, un Mercosur estático, sin relación con los grandes bloques económicos no tiene ningún futuro.

Arce ya ha abogado por un libre comercio del Mercosur con China y a estas alturas todas las naciones que componen el grupo (creo que con excepción de Paraguay) lo están haciendo; algunos en gran escala. Lo que la diplomacia boliviana debe entender es que no podrá evitar que el Mercosur culmine sus TLC con los bloques capitalistas, en especial con el trabajoso empeño que se lleva adelante con la Unión Europea. Y si participamos de la CAN, Mercosur, y aspiramos a ser parte del BRICS, además de organismos regionales, Arce tendrá que trabajar seriamente y guardar en un cajón bajo siete llaves todas esas veleidades zurdoides y antipatías personales que le impidieron viajar a Buenos Aires el domingo pasado.

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¿Y qué fue del presidente?

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14.12.2023

El domingo estuvimos pendientes, con frecuencia, de lo que sucedía en la transmisión del mando en Argentina. Estábamos impresionados con la elegante sencillez de un magnífico acto, sin falla alguna de principio a fin, por lo menos para quienes lo vimos desde lejos. Allí volvimos a ver a los parlamentarios, ministros, y otras autoridades, vestidos con traje y corbata, sin alarde alguno, pero como se debe asistir a una ceremonia solemne en el Congreso de la República, por respeto a la magna institución. Con esto no quiero reclamarles nada a nuestros parlamentarios ni autoridades, porque nos hemos sometido a la “multiplurinacionalidad”, donde, además de tumultuosos y gritones, asisten a todo suceso, desde hace dos décadas, con las fachas más extravagantes que uno pueda imaginar.​

Desde que las turbas masistas cortaron corbatas, abusivamente, en las calles de La Paz, el país se ha descorbatado producto del miedo. Algunos pobres ciudadanos guardaban sus corbatas en el bolsillo para que los energúmenos no quisieran ahorcarlos con las mismas en plena vía pública. La corbata era el signo de la oligarquía explotadora. ¡Vaya estupidez! Como los “sans-culottes” (sin calzones) en la Francia revolucionaria, o los descamisados de Perón, en la Bolivia masista se impusieron los “sans-cravatte”, vigente hasta hoy. En........

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