Dado que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene demostrado que su criterio político está supeditado a su interés personal, la decisión de iniciar una gira europea para lograr el reconocimiento de Palestina como Estado independiente tiene que esconder un objetivo inconfesable de beneficio propio. A ver, no se pone en duda que el líder socialista esté preocupado por la barbarie diaria de la Franja de Gaza, pero es imposible encontrarle una explicación de lógica política a todo esto, precisamente en este momento, con la legislatura española suspendida 'sine die' por la ingobernabilidad, a la espera de saber si tendrá que adelantar otra vez las elecciones generales, inmerso en un ciclo electoral de tres convocatorias consecutivas, y enfrascado, soliviantado y enfurecido por el estallido del caso Koldo y las implicaciones añadidas por el comportamiento, por lo menos temerario, de su esposa Begoña Gómez.

¿En medio de todo eso una gira internacional? ¿Y en calidad de qué? Es un clásico en la política española que los presidentes del Gobierno, en su segunda legislatura, se vuelquen en la agenda internacional, que se muestren interesados por el orden mundial, acaso porque una de las deformaciones del cargo les lleva a pensar que su talla de estadista ha crecido tanto que España se les ha quedado pequeña. Esto ha ocurrido otras veces, es verdad, incluso rozando el patetismo, como pasó con Aznar, pero no parece que sea el caso de Pedro Sánchez. Su interés debe ser otro que se nos escapa, de ahí las dudas, en todos los sentidos, que presenta este interés del presidente por recorrer varios países europeos, como embajador internacional que nadie ha nombrado. Ni siquiera se lo han solicitado, ningún país, ningún organismo internacional; mucho menos las dos partes, Israel y Palestina, que desde hace decenios se matan en ese desierto de Medio Oriente.

La gira se produce, además, cuando ya su semestre de presidencia de la Unión Europea ha expirado, lo hizo en diciembre pasado, y cuando la preocupación principal de la Unión Europea no es lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza, en la que ya hay actores mucho más influyentes que los países europeos intentando frenar la escalada de devastación y muerte de Israel. Lo que Pedro Sánchez pretende liderar, el reconocimiento del Estado de Palestina, es un objetivo tan antiguo como complicado de aplicar, porque, para que realmente suponga algo en la solución del conflicto, tendría que incluir, de forma paralela, el reconocimiento de Israel como Estado por parte de los países árabes.

El reconocimiento como Estados debe ser mutuo y simultáneo, porque lo contrario es inútil, injusto y mortífero. Como se ha repetido aquí, el verdadero objetivo de los asesinos de Hamás con su terrorífico atentado de octubre contra Israel fue, precisamente, hacer volar por los aires la última iniciativa diplomática que se realizó para el reconocimiento mutuo de los dos Estados, conocidos como los Acuerdos de Abraham. Eso es lo que quisieron destruir, la posibilidad de que los estados árabes pudieran abrir un camino de reconciliación con Israel, y viceversa. De hecho, ni siquiera los líderes de Hamás, cuyo único objetivo es la destrucción de Israel, ocultan cuál es su propósito: “Lo que podía cambiar la ecuación era una acción grande y, sin duda, se sabía que la reacción a esta acción grande sería importante. Espero que el estado de guerra con Israel se vuelva permanente en todas las fronteras, y que el mundo árabe se ponga de nuestro lado”, como le confesó a The New York Times Khalil al-Hayya, miembro del máximo órgano de dirección de Hamás. En ese avispero terrorífico, se comprenderá que la iniciativa de Pedro Sánchez es, en el mejor de los supuestos, inocua o voluntariosa.

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Por otra parte, para Europa, como estamos viendo, la mayor urgencia ahora, la principal preocupación, es la posibilidad de entrar en guerra con Rusia, y ese sí que es un debate arriesgado para cualquier político europeo. Porque no se refiere a algo que deben hacer los demás países, los ciudadanos de otras latitudes, sino a lo que debemos exigirnos a nosotros mismos ante el riesgo real de que el sátrapa Vladímir Putin cumpla sus amenazas: “Las tropas rusas están preparadas para el combate”, como dijo hace justo un mes.

Por las circunstancias que sea, o por la información que manejen los servicios de inteligencia europeos, esta vez la amenaza se ha tomado más en serio que en otra ocasiones. “La posibilidad de una guerra convencional de alta intensidad no es una fantasía. Obviamente, tenemos que hacer todo para evitarlo”, como ha advertido el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Exactamente lo mismo debe pensar el Gobierno de Alemania, que ha puesto ya a su ministro de Defensa a trabajar para analizar todas las posibilidades que existan de reforzar su Ejército y su arsenal. “Se trata de establecer prioridades. Tenemos que estar en condiciones de librar una guerra, para evitar tener que librarla", ha dicho el ministro Boris Pistorius. Unos días antes, expresó lo mismo el presidente de Francia, Emmanuel Macron: “Tenemos que decir con determinación, voluntad y valentía que estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para lograr nuestro objetivo, que es que Rusia no gane".

Como presidente de la Internacional Socialista, que lo es desde finales del 2022 y todavía no se ha estrenado, Pedro Sánchez podría emplearse en intentar convencer a la izquierda europea y española de que, como dice su colega Olaf Scholz, el canciller de Alemania, el riesgo de guerra es real, y que también los españoles tenemos que implicarnos en la defensa de nuestro sistema común de libertades y derechos. Pero, obviamente, una gira internacional para defender Europa frente a Rusia, y, como líder socialista, apoyar el incremento de los gastos de Defensa o, incluso, el reclutamiento obligatorio de soldados -como defienden los socialdemócratas alemanes-, esa gira es más comprometida, arriesgada y necesaria que la que ha iniciado sobre Palestina, que tiene todos los rasgos propios de una planificada evasión.

Dado que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene demostrado que su criterio político está supeditado a su interés personal, la decisión de iniciar una gira europea para lograr el reconocimiento de Palestina como Estado independiente tiene que esconder un objetivo inconfesable de beneficio propio. A ver, no se pone en duda que el líder socialista esté preocupado por la barbarie diaria de la Franja de Gaza, pero es imposible encontrarle una explicación de lógica política a todo esto, precisamente en este momento, con la legislatura española suspendida 'sine die' por la ingobernabilidad, a la espera de saber si tendrá que adelantar otra vez las elecciones generales, inmerso en un ciclo electoral de tres convocatorias consecutivas, y enfrascado, soliviantado y enfurecido por el estallido del caso Koldo y las implicaciones añadidas por el comportamiento, por lo menos temerario, de su esposa Begoña Gómez.

¿En medio de todo eso una gira internacional? ¿Y en calidad de qué? Es un clásico en la política española que los presidentes del Gobierno, en su segunda legislatura, se vuelquen en la agenda internacional, que se muestren interesados por el orden mundial, acaso porque una de las deformaciones del cargo les lleva a pensar que su talla de estadista ha crecido tanto que España se les ha quedado pequeña. Esto ha ocurrido otras veces, es verdad, incluso rozando el patetismo, como pasó con Aznar, pero no parece que sea el caso de Pedro Sánchez. Su interés debe ser otro que se nos escapa, de ahí las dudas, en todos los sentidos, que presenta este interés del presidente por recorrer varios países europeos, como embajador internacional que nadie ha nombrado. Ni siquiera se lo han solicitado, ningún país, ningún organismo internacional; mucho menos las dos partes, Israel y Palestina, que desde hace decenios se matan en ese desierto de Medio Oriente.

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El reconocimiento como Estados debe ser mutuo y simultáneo, porque lo contrario es inútil, injusto y mortífero. Como se ha repetido aquí, el verdadero objetivo de los asesinos de Hamás con su terrorífico atentado de octubre contra Israel fue, precisamente, hacer volar por los aires la última iniciativa diplomática que se realizó para el reconocimiento mutuo de los dos Estados, conocidos como los Acuerdos de Abraham. Eso es lo que quisieron destruir, la posibilidad de que los estados árabes pudieran abrir un camino de reconciliación con Israel, y viceversa. De hecho, ni siquiera los líderes de Hamás, cuyo único objetivo es la destrucción de Israel, ocultan cuál es su propósito: “Lo que podía cambiar la ecuación era una acción grande y, sin duda, se sabía que la reacción a esta acción grande sería importante. Espero que el estado de guerra con Israel se vuelva permanente en todas las fronteras, y que el mundo árabe se ponga de nuestro lado”, como le confesó a The New York Times Khalil al-Hayya, miembro del máximo órgano de dirección de Hamás. En ese avispero terrorífico, se comprenderá que la iniciativa de Pedro Sánchez es, en el mejor de los supuestos, inocua o voluntariosa.

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Por las circunstancias que sea, o por la información que manejen los servicios de inteligencia europeos, esta vez la amenaza se ha tomado más en serio que en otra ocasiones. “La posibilidad de una guerra convencional de alta intensidad no es una fantasía. Obviamente, tenemos que hacer todo para evitarlo”, como ha advertido el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Exactamente lo mismo debe pensar el Gobierno de Alemania, que ha puesto ya a su ministro de Defensa a trabajar para analizar todas las posibilidades que existan de reforzar su Ejército y su arsenal. “Se trata de establecer prioridades. Tenemos que estar en condiciones de librar una guerra, para evitar tener que librarla", ha dicho el ministro Boris Pistorius. Unos días antes, expresó lo mismo el presidente de Francia, Emmanuel Macron: “Tenemos que decir con determinación, voluntad y valentía que estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para lograr nuestro objetivo, que es que Rusia no gane".

Como presidente de la Internacional Socialista, que lo es desde finales del 2022 y todavía no se ha estrenado, Pedro Sánchez podría emplearse en intentar convencer a la izquierda europea y española de que, como dice su colega Olaf Scholz, el canciller de Alemania, el riesgo de guerra es real, y que también los españoles tenemos que implicarnos en la defensa de nuestro sistema común de libertades y derechos. Pero, obviamente, una gira internacional para defender Europa frente a Rusia, y, como líder socialista, apoyar el incremento de los gastos de Defensa o, incluso, el reclutamiento obligatorio de soldados -como defienden los socialdemócratas alemanes-, esa gira es más comprometida, arriesgada y necesaria que la que ha iniciado sobre Palestina, que tiene todos los rasgos propios de una planificada evasión.

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Palestina y la evasión del presidente

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11.04.2024

Dado que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene demostrado que su criterio político está supeditado a su interés personal, la decisión de iniciar una gira europea para lograr el reconocimiento de Palestina como Estado independiente tiene que esconder un objetivo inconfesable de beneficio propio. A ver, no se pone en duda que el líder socialista esté preocupado por la barbarie diaria de la Franja de Gaza, pero es imposible encontrarle una explicación de lógica política a todo esto, precisamente en este momento, con la legislatura española suspendida 'sine die' por la ingobernabilidad, a la espera de saber si tendrá que adelantar otra vez las elecciones generales, inmerso en un ciclo electoral de tres convocatorias consecutivas, y enfrascado, soliviantado y enfurecido por el estallido del caso Koldo y las implicaciones añadidas por el comportamiento, por lo menos temerario, de su esposa Begoña Gómez.

¿En medio de todo eso una gira internacional? ¿Y en calidad de qué? Es un clásico en la política española que los presidentes del Gobierno, en su segunda legislatura, se vuelquen en la agenda internacional, que se muestren interesados por el orden mundial, acaso porque una de las deformaciones del cargo les lleva a pensar que su talla de estadista ha crecido tanto que España se les ha quedado pequeña. Esto ha ocurrido otras veces, es verdad, incluso rozando el patetismo, como pasó con Aznar, pero no parece que sea el caso de Pedro Sánchez. Su interés debe ser otro que se nos escapa, de ahí las dudas, en todos los sentidos, que presenta este interés del presidente por recorrer varios países europeos, como embajador internacional que nadie ha nombrado. Ni siquiera se lo han solicitado, ningún país, ningún organismo internacional; mucho menos las dos partes, Israel y Palestina, que desde hace decenios se matan en ese desierto de Medio Oriente.

La gira se produce, además, cuando ya su semestre de presidencia de la Unión Europea ha expirado, lo hizo en diciembre pasado, y cuando la preocupación principal de la Unión Europea no es lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza, en la que ya hay actores mucho más influyentes que los países europeos intentando frenar la escalada de devastación y muerte de Israel. Lo que Pedro Sánchez pretende liderar, el reconocimiento del Estado de Palestina, es un objetivo tan antiguo como complicado de aplicar, porque, para que realmente suponga algo en la solución del conflicto, tendría que incluir, de forma paralela, el reconocimiento de Israel como Estado por parte de los países árabes.

El reconocimiento como Estados debe ser mutuo y simultáneo, porque lo contrario es inútil, injusto y mortífero. Como se ha repetido aquí, el verdadero objetivo de los asesinos de Hamás con su terrorífico atentado de octubre contra Israel fue, precisamente, hacer volar por los aires la última iniciativa diplomática que se realizó para el reconocimiento mutuo de los dos Estados, conocidos como los Acuerdos de Abraham. Eso es lo que quisieron destruir, la posibilidad de que los estados árabes pudieran abrir un camino de........

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