Los empresarios valoran como fundamental las bonificaciones en el billete de la alta velocidad de Gijón a Madrid. Creen que es una forma eficaz de mejorar la competitividad de las empresas y de potenciar el turismo. Las Cámaras de Comercio se congratulan de que se abra paso la idea de implantar la etiqueta de Obligación de Servicio Público en la línea del AVE –objetivo largamente ambicionado por ellas–, considerándola muy justificada debido a los peajes que sufre la comunicación por autopista con Madrid y los altos precios de la conexión aérea.

Asturias está en desventaja con las regiones costeras en la comunicación con Madrid, porque hay que pagar dos peajes por carretera y el billete de avión es, habitualmente, más caro que si se vuela se desde otros territorios. Para cerrar el círculo, digamos que la alta velocidad asturiana está monopolizada por Renfe, al ser la única compañía que tiene trenes adaptados a las características de la infraestructura viaria, de tal modo que no hay competencia entre operadores, con la consiguiente bajada de precios, como ocurre en otras líneas de alta velocidad. Al adquirir el estatus de Obligación de Servicio Público (OSP), la línea Gijón-Madrid puede estar establemente subvencionada. Los empresarios quieren que las bonificaciones sigan el modelo implantado por la Junta de Castilla y León, donde los usuarios frecuentes del tren puedan tener hasta un 75% de subvención, cubriendo el Estado el 50% y el 25% restante corre a cargo de la comunidad autónoma. La OSP desaparecería en el momento en que otros operadores compitan con Renfe y se produzca la lógica bajada de precios.

El sector del transporte está muy intervenido por la Administración, de manera que funciona más por concesiones públicas que por competencia privada. Si en la carretera ya se siente el peso de la Administración, en el ferrocarril la intervención es muy superior porque estamos saliendo de ochenta de años de monopolio para pasar a un mercado de competencia muy restringida (se podría hablar de oligopolio). Como estamos hablando de alta velocidad, la lógica del mercado aún está más distorsionada porque sin subvención todas las líneas arrojan pérdidas. En Europa, también: la línea Paris-Lyon es la única que da beneficios. Si a todo lo anterior, sumamos que España es el país europeo con una red más extensa de alta velocidad y el tercer país que menos la usa, concluiremos que hay que agarrarse a las subvenciones hasta que haya un Gobierno capaz de arreglar el embrollo.