Tras la muerte del ‘narco’, en 1993, los cuatro hipopótamos que había comprado para su zoo particular fueron abandonados. En 2009 ya había 28 extendiéndose por la cuenca del río Magdalena y en 2021 ascendían a un centenar

En 1981 Pablo Escobar compró en EE.UU. cuatro hipopótamos para su zoológico particular de Hacienda Nápoles, en Antioquia (Colombia). Tras su muerte, en 1993, los hipopótamos fueron abandonados por el alto coste que suponía transportar los animales a un lugar controlado. En 2009 ya había 28 ejemplares extendiéndose por la cuenca del río Magdalena y en 2021 ya ascendían a un centenar, ocupando un área de 2.000 kilómetros cuadrados, algunos alejados a más de 400 km del punto original.

La situación ha promovido un furioso debate entre conservacionistas y animalistas. Los primeros promovieron una solución efectiva para garantizar la protección de los ecosistemas, la fauna y la flora autóctonas. Los segundos defienden que la solución no pase por matar a los animales. La principal diferencia que enfrenta a ambos grupos es la empatía por un animal carismático para abordar un problema ecológico, ético, económico y social. La muerte a tiros por parte de las autoridades de Pepe, un macho agresivo, en 2009, produjo una fuerte reacción de los activistas de los derechos animales locales e internacionales que logró que un juez prohibiese disparar a los hipopótamos y promoviese la esterilización quirúrgica como método principal para contener el crecimiento de la población. Desde 2011 sólo se pudieron castrar 10 machos. Resulta difícil acceder a sus testículos, que son internos, y no digamos a los ovarios de las hembras, así que la castración es una tarea titánica para realizarla en el campo a un bicho de más de tres toneladas. ¿Cuánto cuesta? 9.400 € por ejemplar. Ante tan pobres resultados, se comenzó en 2021 un programa de esterilización química, consiguiéndose aplicarla a 24 animales, aunque se desconoce realmente si el tratamiento ha tenido éxito dadas las dificultades de un seguimiento clínico, sin olvidar que sólo perdura un año.

Se han hecho simulaciones sobre el coste de erradicar a los hipopótamos y el tiempo que se tardaría si viviésemos en el ideal mundo de los modelos teóricos. La solución más barata y más rápida es la más drástica. Eliminarlos (con sedación previa a la eutanasia) a todos en un año costaría, al menos, medio millón de dólares, igual que castrar a todos los machos de golpe. Intentar esterilizarlos químicamente costaría 850.000. Si lográsemos matarlos a todos ya estaría el problema solucionado, pero si los esterilizásemos con éxito total aún persistirían durante la vida media de un hipopótamo, es decir, unos 45 años. En el caso que sólo pudiésemos actuar sobre una parte de la población, el tiempo de erradicación llegaría hasta los 100 años y el coste, como poco, se duplicaría, sin olvidar que el coste de la esterilización sería unas seis veces mayor que la eutanasia. Retrasar la decisión duplicaría por cada década, cuando menos, los tiempos y los costes.

Difícilmente cabe esperar que los hipopótamos colaboren en tales planes, así que aplicarles una solución inmediata es imposible. Incluso si no rehuyesen la manipulación, la posibilidad de que un dardo con anestésico o anticonceptivo atraviese la piel de un paquidermo en cantidad suficiente es mucho menor de lo que les gustaría a los gestores ambientales de Colombia y a los animalistas del mundo entero, así que el problema tiene mal cariz. Prefiero no imaginar los efectos ambientales de suministrar los anticonceptivos por vía oral, que serían ingeridos por otros animales o trasmitidos, como el veneno, a través de la cadena trófica. En cualquier caso, se ha comprobado que son bastantes las muertes por fallos cardíacos y respiratorios provocados por los dardos inmovilizadores, dada la dificultad de calcular sobre la marcha las dosis efectivas; habría que contar también los ahogamientos en su refugio natural, el agua.

Los hipopótamos son animales muy agresivos. Es la especie que causa más muertes de humanos en África, más que todos los leones y leopardos juntos. Las muertes son de pescadores o personas que tienen la mala suerte de encontrarse de noche entre las zonas en que pastan (en tierra) y las que descansan (en el agua).

Todos los efectos de los hipopótamos que se consideran beneficiosos en el ambiente africano probablemente se considerarían perjudiciales en América. Al fin y al cabo, una especie clave y una invasora hacen lo mismo, controlar el funcionamiento de los ecosistemas. La única diferencia es que unos estuvieron desde siempre y los otros los acaba de traer el hombre.

Tal vez la clave de la polémica radique en que los hipopótamos estén en la lista de los 20 animales más carismáticos del mundo, algo ventajoso para promover su conservación. En definitiva, son una especie emblemática. Realmente, la mayoría de las poblaciones africanas de hipopótamos están en regresión y cuesta asimilar que un animal símbolo de la conservación de la naturaleza deba ser masacrado.

Tanto ecologistas como animalistas esgrimen razones éticas para justificar sus posiciones, así que se plantea un dilema entre una ética teórica y su implementación. Los unos defienden las más genéricas (todo un ecosistema) y los otros las individuales (el bienestar de cada animal sintiente). Por el momento los jueces han dado la razón a los segundos, que exigen el cumplimiento de la sentencia con la misma rotundidad con que la combatirían si hubiese sido al contrario, y sin reparar en gastos. Tampoco ha faltado quien clamase que ir contra los hipopótamos no es más que un esfuerzo para demonizar la memoria de Pablo Escobar. El mundo narco tiene estas contradicciones. Quién iba a decir que en Colombia la vida de los hipopótamos sería más respetable que la humana.

QOSHE - Los hipopótamos de Pablo Escobar - Carlos Ignacio Nores Quesada
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Los hipopótamos de Pablo Escobar

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28.02.2024

Tras la muerte del ‘narco’, en 1993, los cuatro hipopótamos que había comprado para su zoo particular fueron abandonados. En 2009 ya había 28 extendiéndose por la cuenca del río Magdalena y en 2021 ascendían a un centenar

En 1981 Pablo Escobar compró en EE.UU. cuatro hipopótamos para su zoológico particular de Hacienda Nápoles, en Antioquia (Colombia). Tras su muerte, en 1993, los hipopótamos fueron abandonados por el alto coste que suponía transportar los animales a un lugar controlado. En 2009 ya había 28 ejemplares extendiéndose por la cuenca del río Magdalena y en 2021 ya ascendían a un centenar, ocupando un área de 2.000 kilómetros cuadrados, algunos alejados a más de 400 km del punto original.

La situación ha promovido un furioso debate entre conservacionistas y animalistas. Los primeros promovieron una solución efectiva para garantizar la protección de los ecosistemas, la fauna y la flora autóctonas. Los segundos defienden que la solución no pase por matar a los animales. La principal diferencia que enfrenta a ambos grupos es la empatía por un animal carismático para abordar un problema ecológico, ético, económico y social. La muerte a tiros por parte de las autoridades de Pepe, un macho agresivo, en 2009, produjo una fuerte reacción de los activistas de los derechos animales locales e internacionales que logró que un juez prohibiese disparar a los hipopótamos y promoviese la esterilización quirúrgica como método........

© El Comercio


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