Pese a mis maltrechas rodillas (víctimas de luxaciones, roturas de ligamentos y meniscos mediante) y pese a que mi técnica de carrera suponga un serio riesgo para mis articulaciones, correré la San Silvestre. No la de Vallecas, sino la de Segovia; porque, aunque haya cambiado de nombre, como soy un tipo al que le gustan las tradiciones, lo sigo llamando San Silvestre. Fernanda y Fermín (las mujeres primero siempre, aunque se me censure) tienen la culpa.
Está bien esto de apurar casi el último momento del año haciendo deporte. Sin competir y sin excesos. Y, como consecuencia de ello, haciendo ejercicio. En la sociedad de la fragilidad en que vivimos debido al incremento de la esperanza de vida sin calidad de vida, valga la redundancia, la práctica habitual de ejercicio físico me parece una cosa muy recomendable para vivir todos los años de la vida (los iniciales, los intermedios y los finales) en las mejores condiciones físicas posibles, de modo independiente y autónomo.
Quizás se perciba la carrera como una buena alternativa para mejorar la resistencia, pero si usted, como me pasa a mí, no ve en esta opción su actividad adecuada, no se preocupe: hay otras. Y no solo se centre en mejorar la resistencia, sino también, y sobre todo, la fuerza, la elasticidad, el equilibrio, la agilidad… su cuerpo y, consecuentemente, su mente y su espíritu, se lo agradecerán.
En efecto, nunca fue la carrera continua, precisamente, mi actividad física favorita, pero no se me ocurre mejor excusa para despedir este 2023 haciendo ejercicio, como declaración de intenciones para el nuevo año, que correr la San Silvestre.
Feliz y activo 2024 a todos.