Ausentes de las salas, atentamos contra nuestros actores, porque el éxito o el fracaso del cine colombiano no sólo depende del esfuerzo de los productores, sino, sobretodo, del apoyo de los cinéfilos.

Antes nos excusábamos para no asistir a las salas, de que sus directores rayaban con películas de humor flojo y las monotemáticas sobre narcotráfico o guerrilla.

Otro pretexto de nuestra apatía hacía el cine colombiano, era que sólo filmaban pornomiseria social con actores naturales, que nos vendían películas rodadas con guiones improvisados.

En mi caso, sin llegar a desechar las producciones colombianas, soy admirador del cine argentino y el español.

Los directores de ambas procedencias convierten las historias sencillas y cotidianas en grandiosas películas.

Esa dinámica se conserva porque ese cine cuenta con el apoyo nacional de su público y luego se gana la acogida internacional.

Ahora que se estrenó “Itzia, tango y cacao”, dirigida por Flora Martínez, emulemos los ejemplos argentinos y españoles.

Fue en 2005, cuando actuó en “Rosario Tijeras”, película del director mexicano Emilio Maille, que conocimos el talento de Flora Martínez.

Después actuó en varias telenovelas y obras de teatro.

También nos deleitó con su voz cuando debutó en la música.

En todas sus facetas demostró que su talento era el complemento de su belleza.

Ahora, después de vários años, regresa y nos regala ” Itzia, tango y cacao”, mostrando intacto su binomio de belleza e inteligencia. Más bien digamos que su talento se extendió a un trinomio: belleza, actuación y dirección.

Flora Martínez al probarse como directora nos demuestra esta otra genialidad artística suya.

Su ópera prima innova al cine colombiano pacifista, el cultivo de cacao releva los cultivos ilícitos generadores de violencia, poniéndolo a la altura del argentino y el español.

Con su película hace un sublime homenaje a nuestros paisajes, escoge como locaciones a Zipaquirá y San Vicente de Chucurí.

Una trágica historia familiar, el realismo mágico narrativo, los planos con fotografía pulcra, el poder curativo de los sonidos tristes del bandoneón, la discapacidad auditiva y la inclusión étnica, son los ingredientes de una gran película que no nos deja parpadear y nos hincha el corazón.

Ir a verla en familia será la gran terapia que necesitábamos para el renacimiento del amor filial.

QOSHE - Flora Martínez, directora - Luis Ángel Muñoz Zúñiga
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Flora Martínez, directora

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04.11.2023

Ausentes de las salas, atentamos contra nuestros actores, porque el éxito o el fracaso del cine colombiano no sólo depende del esfuerzo de los productores, sino, sobretodo, del apoyo de los cinéfilos.

Antes nos excusábamos para no asistir a las salas, de que sus directores rayaban con películas de humor flojo y las monotemáticas sobre narcotráfico o guerrilla.

Otro pretexto de nuestra apatía hacía el cine colombiano, era que sólo filmaban pornomiseria social con actores naturales, que nos vendían películas rodadas con guiones improvisados.

En mi caso, sin llegar a desechar las producciones........

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