Citaba por aquí el otro día Luis Sánchez-Moliní los columnistas de la prensa que brotan por Navidad según la tipología humana. No faltan, recordaba, los reñidores profesionales que detestan estas fechas, los ateos sentimentales que se embelesan con la literatura fantástica sobre el Niño Dios, los sermoneadores que claman contra la descristianización del pesebre o los optimistas que lucen su jersey rojo con renos (vimos en el puente de Los Remedios, entre lo real y lo alucinógeno, a toda una familia completa y vestida de tal guisa).

La Navidad es un cedazo de memoria y da alimento a los recordadores. Yo me encuentro entre ellos. Decía también Rafa Castaño en su última columna que al poner una olla a hervir las pompas que afloran en el fondo se le antojan ojos que miran y estallan. Son ojos porque son pompas recordatorias. Cada pompa es un Me acuerdo a lo Georges Perec y uno lo traduce para sí mismo. Cada cual se acuerda de sus recuerdos cuando el agua, como la memoria, toma su primer hervor. Cuando pongo a hervir las coles de Bruselas en la olla, enseguida su burbujeo me traslada al Nº 18 de Pembroke Avenue, una calle de la ciudad inglesa de Hove, pegada a Brighton (me he resistido a ubicarla ahora en Google Maps). Me acuerdo que olía a coles hervidas la casa donde residí un año para aprender inglés como si fuera un aspirante a locutor de la BBC. Hoy por hoy los jóvenes viajan y estudian fuera con rutinaria facilidad. Pero antes de la globalización no eran tantos.

El agua a hervir me ha traído también los ojos que me miran como pompas de la memoria y la circunstancia y me devuelven a Pamplona. Lo he recordado ahora que su alcaldía ha recaído en EH Bildu. Estudié Periodismo allí, cuando Herri Batasuna, frente a UPN, marcaba territorio con carteles y pancartas nada más llegaba uno en tren al norte desde Sevilla en la era anterior al AVE. Me acuerdo la primera noche en Pamplona de un cartel color lila con letras amarillas donde se pedía el voto por un batasuno llamado Koldo Martínez. No pude pasar la noche en el piso de estudiantes porque un lechuguino del Opus Dei de la Universidad de Navarra perdió las llaves. De modo que dormí por azar en el Hotel La Perla, en la Plaza del Castillo, donde se alojó Hemingway en Sanfermines. Yo tenía 18 años, justo la edad para tontear bebiendo kalimotxo en herriko tabernas, pero alternando con visitas y misas espectrales en el hoy remozado Monumento a los Caídos, dedicado a los navarros muertos del bando nacional. La memoria hierve con sus ojos. Y yo me acuerdo. Por Navidad volvía uno a Sevilla tras larguísimas horas de tren.

QOSHE - De Sevilla a Pamplona - Javier González-Cotta
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De Sevilla a Pamplona

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20.12.2023

Citaba por aquí el otro día Luis Sánchez-Moliní los columnistas de la prensa que brotan por Navidad según la tipología humana. No faltan, recordaba, los reñidores profesionales que detestan estas fechas, los ateos sentimentales que se embelesan con la literatura fantástica sobre el Niño Dios, los sermoneadores que claman contra la descristianización del pesebre o los optimistas que lucen su jersey rojo con renos (vimos en el puente de Los Remedios, entre lo real y lo alucinógeno, a toda una familia completa y vestida de tal guisa).

La Navidad es un cedazo de memoria y da alimento a los recordadores. Yo me encuentro entre ellos. Decía........

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