Vuelve el Festival Internacional Vive la Magia, ya tan leonés como el frío. Léon volverá a llenarse de nada por aquí, nada por allá, del 25 de diciembre al 1 de enero. Pero cuánto todo en esa nada. Vuelve, porque solo realmente puede volver lo que nunca se había ido. El Festival, con sus números callejeros, galas unipersonales o colectivas es un triunfo no solo de la mejor magia, también de algo cada vez más difícil de encontrar: gran entretenimiento para toda la familia. El Festival puede ser disfrutado sin necesidad de taparle los oídos al abuelo y los ojos al niño, o al revés. Está ideado desde el amor, que hace magia sin artimañas. En fin, solo puedes dar lo que llevas dentro. Juan Mayoral en la dirección artística y Violeta Zheng —en la dirección escénica—, la tienen y nos la contagian. Estoy convencido de que este año la Gala Internacional volverá a maravillarme, y no soy de esos a quienes se les maravilla acertando que estaba pensando en Jennifer López. Maravillarme son palabras mayores. Y eso es lo que nos da el Festival: aplaudir a la vieja manera, con aplausos de alegría inocente y pacífica, pese al horror que envuelve al mundo. Aplaudir con las manos está muy bien, pero puede ser solo sonido. Pero cuando el corazón también aplaude, entonces, es cuando lo maravilloso cumple su verdadero cometido: hacernos sentir que el mundo podría ser mejor. Uno ya ha vivido lo suficiente para saber diferenciar el buen espejismo del malo: aquel es verdad, este no. Vamos, no lo niegue, lector, caro usted también estaba pensando en Jennifer López.

La calidad técnica de cada número es inmejorable, pero la pregunta que nos hacemos después no es tanto cómo lo hizo el mago o la maga, sino cómo pudo adivinar que esa era la clase de entretenimiento que anhelabas: volver aplaudir como cuando tus aplausos aún no eran solo sonido. Y en tu mirada había fuegos artificiales.

Los años no te dan respuestas a todas tus preguntas, pero te ayudan a plantearlas mejor. De nuevo, iré a mi Gala Internacional preferida. En efecto, allí saben lo que anhelo: aplaudir al viejo estilo siempre nuevo. Como cuando los tomates sabían a tomate, ¿se acuerdan? Pero no lo llamen escapismo o nostalgia, sino verdad.