Hoy publica El País la encuesta de 40db sobre las elecciones gallegas. El PP consigue, otra vez, la mayoría absoluta; los socialistas son terceros, detrás del BNGA; Vox no aparece, y Yolanda, fulminada en su tierra, culpará del descalabro a Podemos. Por su parte, Iván Redondo, en su habitual comentario de los lunes en La Vanguardia, insiste en emparentar a Feijóo con Donald Trump y la extrema derecha, haciendo una extraña comparación entre Sajonia, el feudo de Manfred Weber, y Galicia.

En fin, son cosas que interesan a poca gente, porque los auténticos cambios sociales son los que se refieren a la estructura familiar, al modelo nuclear que se impondrá en los próximos años y que, a mi juicio, justifica el rechazo de ciertas culturas a las que hoy seguimos considerando tercermundistas. Sería difícil que en los países donde aún no se cubren las necesidades básicas entendieran nuestros esfuerzos por el bienestar animal y su relación con el entorno familiar. Hoy leo en La Vanguardia tres artículos referidos a este asunto.

En uno de ellos se dan consejos para actuar correctamente ante la inminente llegada de un perrito como nuevo miembro del hogar. “Los primeros meses de vida de tu perro clave para que crezca sano y feliz. Acomodar la casa convirtiéndola en un espacio sano y confortable y tener en mente los cambios que tendrá a lo largo de los próximos meses, ayudará a que tu cachorro supere esta etapa con éxito”. Luego hay otro en el que se asegura que “estar con tu mascota ayuda a reducir el estrés y la ansiedad”. Todas estas recomendaciones serían correctas si no fuera porque en una tercera información titulada ¿Tener hijos nos hace más felices? se afirma lo siguiente: “La paradoja de la paternidad: una disminución temporal del bienestar tras tener un hijo”. Es decir: los niños aumentan el estrés y las mascotas lo disminuyen. La elección es bien clara si queremos tener una sociedad equilibrada y estable en sus situaciones emocionales. Menos mal que los propagandistas de Hamás aún no se han enterado, porque en lugar de poner fotos de niños las pondrían de perritos arrasados por las bombas de Israel.

El problema que se presenta es que todavía no sabemos lo que ocurre con los traumas psicológicos que les ocasionamos a las mascotas, o del trato discriminatorio que les darán en las guarderías, en el caso de que las llevemos allí, a la vista de la enorme diversidad de razas y tamaños. En este aspecto parece que las desigualdades han sido superadas. Dentro de unos años tendremos una población de animales domésticos saludables y equilibrados mientras aumenta la tribu de desarraigados víctimas de haber sido el tormento y la causa de ansiedad de sus padres. Ya estamos en eso, pero no porque lo diga La Vanguardia. Mis ojos lo han visto.

Hace poco estuve en un restaurante vegano y comprobé cómo muchas parejas acudían con sus cachorros metidos en cochecitos de niños y les hacían carantoñas como si fueran bebés. Ante esto, como ustedes comprenderán, no me interesan las encuestas gallegas ni las opiniones de Iván Redondo. Mi última novela va de gatos. Es una casualidad, no piensen que me estaba actualizando a las exigencias del tiempo en que vivimos.