Por Julio Fajardo. Javier Cercas vuelve a la carga, en un artículo publicado este fin de semana pasado en El País Semanal titulado Frente de Liberación Chus Lampreave. Está bien eso de comparar el compromiso de los escritores con el hallazgo de Almodóvar, cuando puso en boca de la actriz lo de “Yo soy testiga de Jehová y no puedo mentir”. Dice Cercas que, aunque los demás le recomienden que no lo haga, hay cosas que no se puede callar. A muchos nos pasa y tenemos que soportar el rictus de desagrado de aquellos a los que no les gusta lo que escribimos, y eso que intentamos hacerlo con la prudencia y la cortesía del que no pretende ofender con sus palabras. Pero me he dado cuenta de que esas palabras son peor recibidas en tanto vengan revestidas de la lógica elegancia de quien expone su verdad sin el apasionamiento de la descalificación. Eso es lo que más molesta, que no pueda ser discutible en lo formal, ni siquiera en su correcta estructura expositiva. Es difícil matar a los escritores porque, de paso, estás también asesinando el estilo impecable y el compromiso de ajustarse a la razón, que, en el fondo, es la obligación de todo arte. Tengo amigos que me dicen que escribo muy bien, pero que, cuando lo hago sobre política, no me leen. Algunos no lo dicen con el convencimiento de quien pertenece a una religión donde tiene prohibido solazarse con la herejía; Solo lo hacen con la intención de quedar bien con el grupo, ese con el que se queda bien solo con mostrar tu simpatía incondicional. Parece como si en la lectura de determinados textos pudiera existir una contaminación escandalizadora. Esa que nos hace llamar negacionista a todo aquel que no coincida con los presupuestos en los que tenemos que creer a pies juntillas. Es como si nos cargáramos a Rembrandt solo porque pintara a un buey desollado colgando de un gancho, como si condenáramos a Cormac McCarthy por escribir sobre ambientes desolados llenos de crudeza, como si desterráramos a Shoenberg solo porque nos chirría en el oído. Hay mucha gente así, que prefiere taparse los ojos ante el horror para no entrar en el mundo inhóspito de la contestación. ¡Cómo entiendo a Cercas! Siempre me pregunté por qué había elegido a Sánchez Mazas como motivo de sus “Soldados de Salamina”. Quizá le servía como ejemplo para escenificar esa España, tan cerca y tan lejos, que emparenta a un padre falangista con su hijo, Sánchez Ferlosio, que compone uno de los himnos más identificativos del Partido Comunista. Quizá con esto quiso decir que las dos Españas no están tan alejadas una de la otra. Pero tiene la virtud de no callárselo y esta situación de hibridez, tan recomendable en estos tiempos de polarización, es la necesaria para demostrar que el entendimiento es posible, que todavía existe un terreno neutro donde nos podemos entender. Hay gente empeñada en segar la hierba a esa posibilidad. Son los que le dicen a Cercas que mejor está en silencio, que, si no lo hace, no lo van a invitar nunca a la entrega de los Goya. Me parece acertada esa referencia a Chus Lampreave y su obligación religiosa de no mentir. Claro que, en un tiempo en que la mentira ha sido reconocida como un valor necesario, cabe pensar que Almodóvar creó al personaje para ridiculizarlo y ponerlo como ejemplo de lo que no se debe hacer. Yo estoy de la parte de Cercas, un escritor que me resulta próximo, un señor de izquierda de toda la vida, como Antonio Muñoz Molina, al que le mantiene en pie su compromiso con la verdad, el único que es capaz de acreditar a un escritor.

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Chus Lampreave

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28.02.2024

Por Julio Fajardo. Javier Cercas vuelve a la carga, en un artículo publicado este fin de semana pasado en El País Semanal titulado Frente de Liberación Chus Lampreave. Está bien eso de comparar el compromiso de los escritores con el hallazgo de Almodóvar, cuando puso en boca de la actriz lo de “Yo soy testiga de Jehová y no puedo mentir”. Dice Cercas que, aunque los demás le recomienden que no lo haga, hay cosas que no se puede callar. A muchos nos pasa y tenemos que soportar el rictus de desagrado de aquellos a los que no les gusta lo que escribimos, y eso que intentamos hacerlo con la prudencia y la cortesía del que no pretende ofender con sus palabras. Pero me he dado cuenta de que esas palabras son peor recibidas en tanto vengan revestidas de la lógica elegancia de quien expone su verdad sin el apasionamiento de la descalificación. Eso es lo que más........

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