La casualidad no existe en política. La decisión de Podemos de pasarse al Grupo Mixto debe contemplarse como un final abrupto, pero natural, tras una secuencia de detonación activada por la renuncia del ministro que pudo reinar, Nacho Álvarez. Luego vino el fichaje de Noelia Vera –antigua segunda de la ministra Irene Montero, dimitida para cuidar su salud y afortunadamente ya recuperada– como directora de comunicación de la vicepresidenta Yolanda Díaz. Finalmente llegaron la renuncia a la militancia en Podemos de Jéssica Albiach, la líder de los comunes en el Parlament, y el sonoro portazo del máximo responsable de Podemos en Madrid, Jesús Santos, el mismo día de la mudanza. De no hacer algo, y rápido, el destino estaba escrito. Era cuestión de tiempo que el polo de atracción fatal que representa ahora mismo Sumar en el Gobierno fuera desguazando a Podemos por trozos hasta su extenuación. Irse al Grupo Mixto eleva los costes de salida del partido y baja la barrera; no para impedir entrar, sino para dificultar la marcha.

Si se detona una explosión y los destrozos resultan mayores de los calculados, la culpa recae en el artificiero por no haber echado bien los números. Hablar a estas alturas de transfuguismo, cuando todos los diputados y las diputadas que se mudan al Grupo Mixto pertenecen a un mismo partido, suena tan estrambótico como afirmar que no estás en política para aferrarte al sillón, pero llevarte contigo el acta de diputado, que te permite aferrarte al escaño. Menos melodrama calderoniano y menos juicios de Dios sobre la pureza de las intenciones de unos y otros. Entre tantos repartidores de carnés como pululan por España, pocos tan plomazos como los entregadores del título de verdadero español y los expendedores del salvoconducto de político del pueblo.

La decisión de Podemos parece una huida hacia adelante para una organización que arrastra una curva descendente

La decisión de Podemos resulta perfectamente entendible en la lógica de un grupo político que se siente víctima de una OPA hostil disimulada. Pero no deja de parecer una huida hacia adelante para una organización que arrastra una curva descendente en resultados y expectativas. Puede que la carrera no pase del Grupo Mixto, puede que lleve a ninguna parte, aunque también puede conducir a algún sitio. El resultado final es incierto y depende de múltiples factores. Destacan dos: que su capacidad de obtener resultados y negociar con el Gobierno de coalición resulte apreciable, y que sus expectativas ante las elecciones europeas de junio 2024 se cumplan en el pico más alto posible.

En un juego de negociación ya de por sí complejo por el elevado número de jugadores, irrumpe ahora uno más –relativamente– inesperado. Eso complica la vida a ambos socios del Gobierno, pero también a los aliados parlamentarios, que ya habían alcanzado un equilibrio trabajoso y más o menos razonable para los pactos de la investidura. El margen de negociación que maneja Podemos se antoja mínimo. Irse al Grupo Mixto puede concederle mayor visibilidad y poco más. No le facilita la posibilidad de votar en contra. Nadie que votase el 23J a las fuerzas que apoyan a este Ejecutivo entendería que su voto acabase mezclado con los de Vox o el PP. Cada centímetro de capacidad para demostrar su influencia deberá arrancárselo a otras fuerzas que ya habían incluido ese activo en sus balances de la legislatura. Ahora no compite sólo con Sumar. Compite con todos los demás, y el gramo de influencia se pagará a precio de oro durante toda la legislatura.

Entre esos competidores figuran también sus posibles compañeros en una hipotética candidatura conjunta al Parlamento Europeo. Desde la perspectiva de ERC, Bildu o BNG, la pregunta pertinente hoy es qué les aporta a ellos incorporar a Podemos a una lista conjunta. O si prefieren las formulaciones menos teóricas y más mundanas: ¿en qué puesto de esa lista iría la hipotética apuesta por Irene Montero? No sé ustedes, pero uno no ve ni a vascos, ni a catalanes, ni a gallegos cediendo la cabecera de su papeleta a nadie. En las europeas del 2019, la candidatura conjunta, Ahora Repúblicas, obtuvo tres eurodiputados; uno por barba; no cuatro o cinco. Si en Podemos están pensando que los nacionalistas vascos, gallegos o catalanes les van a reconocer el liderazgo que les han negado en Sumar, ya pueden olvidarse. Es cierto que la opción de concurrir en solitario a las europeas siempre estará disponible, pero la soledad es la única compañera segura en el final.

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Podemos, secuencia de detonación

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09.12.2023

La casualidad no existe en política. La decisión de Podemos de pasarse al Grupo Mixto debe contemplarse como un final abrupto, pero natural, tras una secuencia de detonación activada por la renuncia del ministro que pudo reinar, Nacho Álvarez. Luego vino el fichaje de Noelia Vera –antigua segunda de la ministra Irene Montero, dimitida para cuidar su salud y afortunadamente ya recuperada– como directora de comunicación de la vicepresidenta Yolanda Díaz. Finalmente llegaron la renuncia a la militancia en Podemos de Jéssica Albiach, la líder de los comunes en el Parlament, y el sonoro portazo del máximo responsable de Podemos en Madrid, Jesús Santos, el mismo día de la mudanza. De no hacer algo, y rápido, el destino estaba escrito. Era cuestión de tiempo que el polo de atracción fatal que representa ahora mismo Sumar en el Gobierno fuera desguazando a Podemos por trozos hasta su extenuación. Irse al Grupo Mixto eleva los costes de salida del partido y baja la barrera; no para impedir entrar, sino para dificultar la marcha.

Si se detona una explosión y los destrozos resultan mayores de los calculados, la culpa recae en........

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