Es sorprendente la metamorfosis que sufre una persona cuando se adentra en el mundo de la inversión. En una situación cotidiana, cuando tenemos que realizar una transacción, como supuestos homo economicus que somos, elegimos la mejor opción en términos de calidad-precio. Es decir, entre dos productos (o servicios) de igual calidad, elegiremos siempre el más barato. Al mismo tiempo, reaccionamos positivamente ante reducciones de precios. No hay más que ver el éxito de las campañas de rebajas en el sector retail para comprobar el impacto positivo de las reducciones de precio en el comportamiento de los consumidores.

No obstante, el comportamiento ante las variaciones de los precios es completamente distinto cuando se trata de la economía financiera. Y esto es lo sorprendente. En este caso, los inversores suelen preferir que los precios suban para sentirse atraídos por los mismos, mientras que temen las caídas de los precios (de cotización) hasta llegar a entrar en pánico y vender para frenar las potenciales pérdidas de patrimonio. De esta forma, el famoso y obligado adagio “comprar abajo y vender arriba”, extrañamente, no se cumple.

Eckhart Tolle, famoso escritor y autor de El poder del ahora, sostenía que las emociones son la reacción del cuerpo a la mente. Y como seres humanos, nuestras emociones tienen un carácter marcadamente biológico y hereditario. Por ello es importante comprender que nuestro cerebro está diseñado para la supervivencia, por lo que una de las emociones más fuertes es el miedo. Por tanto, cuando el miedo entra en escena, nos acaba controlando completamente.

Ahora bien, ¿por qué la reacción a la variación de los precios difiere entre un consumidor y un inversor? Como humanos que somos, cuando adoptamos tanto el papel de consumidor como el de inversor nuestras emociones deberían ser similares. Pero no es así. El miedo aparece ante bajadas de precio de los activos financieros (precios de cotización), pero no lo hace ante bajadas de precio de activos reales (precios de venta). El comportamiento irracional en este caso se da entre los inversores, ya que un menor precio de adquisición aumenta la rentabilidad de la inversión, por lo que la reacción debería ser positiva.

La pregunta, por tanto, debería ser, ¿por qué los inversores reaccionan negativamente ante las caídas de los precios de cotización? Podríamos acudir a Benjamin Graham, considerado el padre del value investing, para encontrar una respuesta coherente. Concretamente, la respuesta aparece en el primer capítulo de su libro El inversor inteligente, donde distingue “inversión en contraposición a especulación”. En efecto, invertir es muy distinto a especular.

Un inversor es aquel que, siguiendo con la definición de Benjamin Graham, realiza un análisis exhaustivo con el fin de asegurar el principal y obtener un rendimiento adecuado. El especulador, por el contrario, únicamente espera adquirir un activo con el objetivo de que aparezca alguien en un periodo de tiempo determinado (y reducido) que pague un precio superior. Si esto no ocurre, el especulador empieza a sentir miedo. Y vende.

Los consumidores y los inversores reaccionan positivamente ante caídas de precios, porque encuentran más barato aquello que pretenden adquirir: para un consumidor significa un desembolso menor; para un inversor significa una rentabilidad mayor. Los especuladores reaccionan de distinta forma, ya que su objetivo (que aparezca alguien que pague más) no se cumple.

El error, por tanto, es tratar a todos los participantes del mercado financiero como inversores, cuando la amplia mayoría se comporta como especuladores. Y gracias a esta estructura, los (escasos) inversores acaban batiendo al mercado a largo plazo.

Si atendemos a las estadísticas, los datos confirman esta hipótesis. Por ejemplo, según JP Morgan, en el periodo 2002-2021 (20 años), el índice S&P 500 obtuvo una rentabilidad anualizada del +9,5%. En el mismo periodo, el inversor promedio obtuvo una rentabilidad anualizada del +3,6%. En términos acumulados, estamos hablando de una diferencia de rentabilidad del 300% en 20 años entre la rentabilidad ofrecida por el índice y la rentabilidad obtenida por el inversor promedio.

Este error de concepto queda respaldado, nuevamente, por los datos que ofrece el NYSE (New York Stock Exchange) sobre el periodo de tenencia de las acciones desde la década de los años 30. Si observamos la evolución del periodo de tenencia de las acciones, vemos que, en promedio, las acciones se mantenían durante un periodo entre 4 y 5 años, y llegaron a los 7 y 8 años entre 1960 y 1970. Tras la década de los 80 el periodo de tenencia no dejó de caer, hasta situarse en la actualidad en un año. Es decir, en promedio, los inversores mantienen las acciones un año. Dado que se trata de un promedio, este dato indica que hay inversores que mantienen sus supuestas inversiones (a largo plazo) durante periodos inferiores al año.

No son los inversores los que obtienen una rentabilidad muy inferior al índice de referencia, sino los especuladores. Los verdaderos inversores obtienen, como mínimo, la misma rentabilidad que ofrece el índice de referencia (en el caso de la inversión pasiva). Aquellos inversores que, además de cumplir con el objetivo del horizonte de inversión, realicen un adecuado análisis exhaustivo e inviertan en negocios capaces de crear valor a un ritmo superior al promedio del mercado, conseguirán, sin duda, batir al mercado a largo plazo.

Álvaro Jiménez es gestor de Renta Variable en Gesconsult

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Solo los verdaderos inversores baten al mercado a largo plazo

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24.02.2024

Es sorprendente la metamorfosis que sufre una persona cuando se adentra en el mundo de la inversión. En una situación cotidiana, cuando tenemos que realizar una transacción, como supuestos homo economicus que somos, elegimos la mejor opción en términos de calidad-precio. Es decir, entre dos productos (o servicios) de igual calidad, elegiremos siempre el más barato. Al mismo tiempo, reaccionamos positivamente ante reducciones de precios. No hay más que ver el éxito de las campañas de rebajas en el sector retail para comprobar el impacto positivo de las reducciones de precio en el comportamiento de los consumidores.

No obstante, el comportamiento ante las variaciones de los precios es completamente distinto cuando se trata de la economía financiera. Y esto es lo sorprendente. En este caso, los inversores suelen preferir que los precios suban para sentirse atraídos por los mismos, mientras que temen las caídas de los precios (de cotización) hasta llegar a entrar en pánico y vender para frenar las potenciales pérdidas de patrimonio. De esta forma, el famoso y obligado adagio “comprar abajo y vender arriba”, extrañamente, no se cumple.

Eckhart Tolle, famoso escritor y autor de El poder del ahora, sostenía que las emociones son la reacción del cuerpo a la mente. Y como seres humanos, nuestras emociones tienen un carácter marcadamente biológico y hereditario. Por ello es importante comprender que nuestro cerebro........

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