Las peores crisis son las que no se ven. Bombas de tiempo que están latentes, agazapadas, escondidas y que, de un momento a otro, estallan en mil pedazos sorprendiendo a más de un incauto que ingenuamente creía que todo estaba bien, que “éramos felices y no lo sabíamos”, cuando en realidad habían claros indicios de que algo estaba ocurriendo y que pronto se manifestaría dejándonos con una sensación de orfandad.

A pesar de los esfuerzos de las autoridades en el ámbito universitario, tal es el tamaño de la situación que persiste un peligro latente de que el más cruento de los conflictos termine por materializarse. No nos referimos a la justa y legítima exigencia de mejoras reivindicativas del personal docente, administrativo y obrero de las instituciones educativas. Es eso, pero también mucho más.

Se trata del oceánico vacío intelectual que muchos de nuestras entidades universitarias están padeciendo. El retiro voluntario de muchos docentes e investigadores, por diversas razones, como la migración al extranjero o la movilidad a otros ámbitos laborales, ha provocado un panorama desértico que no se nota de manera evidente, pues se oculta tras los celebrados trabajos de remodelación, refacción y reacondicionamiento, los cuales nadie duda de que fueron urgentes, pertinentes y necesarios.

Sin embargo, el abandono de muchos académicos, voluntario o no, ha generado también la irrupción de nuevos actores, muy competentes en su habilidad burocrática, en su compromiso político o en su convicción institucional, pero a quienes ya se les reclama lo poco o nada comprometidos que se muestran con la naturaleza sustantiva de las instituciones de carácter universitario: lo educativo.

Vemos cómo esos nuevos actores se concentran en una especie de fiebre de relaciones públicas, plena de eventos y coloridas reseñas en redes sociales, pero en un contexto donde estudiantes y docentes siguen esperando transformaciones en el ámbito estrictamente académico que no terminan de llegar.

Seguimos apostando a la llegada de cambios necesarios para evitar peores crisis. Sabemos que no será algo inmediato, pero se requieren señales claras de que los esfuerzos se dirigen a ello y no a los clásicos potes de humo o las consabidas tácticas distractoras, ahora disfrazadas de lucecitas, efectos y filtros para redes sociales.

Periodista y profesor UCV

QOSHE - Crisis universitaria invisible - Antonio Núñez Aldazoro
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Crisis universitaria invisible

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05.04.2024

Las peores crisis son las que no se ven. Bombas de tiempo que están latentes, agazapadas, escondidas y que, de un momento a otro, estallan en mil pedazos sorprendiendo a más de un incauto que ingenuamente creía que todo estaba bien, que “éramos felices y no lo sabíamos”, cuando en realidad habían claros indicios de que algo estaba ocurriendo y que pronto se manifestaría dejándonos con una sensación de orfandad.

A pesar de los esfuerzos de las autoridades en el ámbito universitario, tal es el tamaño de la situación que persiste un peligro latente de que el más cruento de los........

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